La revolera

Dispuestos al sacrificio

Paco Mora
domingo 28 de junio de 2020

Seguimos encastillados en el “Piove… ¡Porco Goberno!”. De todo lo que nos sucede tiene la culpa el Gobierno, y no es así. No digo que nuestros gobernantes sean espíritus puros ni siquiera lo mejor de lo mejor, pero de eso a culpabilizarlos incluso de nuestros errores y de que nuestra idiosincrasia no nos permita respetar las normas que intentan hacer frente a la pandemia del Covid-19 de la mejor manera posible, hay un largo trecho. Nosotros también somos culpables. Y es que, como dijo Amadeo de Saboya cuando abandonaba España, “los españoles son ingobernables”. Y es una evidencia histórica, que somos el pueblo más difícil de gobernar de Europa e incluso puede que del mundo entero.

Ha quedado más que reconocido que el Gobierno reaccionó tarde a la pandemia. No acababan de creerse los máximos responsables del mismo, que aquello era mucho más que una gripe como la mal llamada “española” del año 1918. Pero cuando se cercioró de que el virus tocaba a recio el Ejecutivo impuso el confinamiento más duro de Europa, que aunque las quejas fueran también constantes fue la clave de que hoy las cotas de contagio sean mínimas comparadas con aquellos días de marzo, abril y mayo.

Tanto los toreros, como los ganaderos y los empresarios están dispuestos a rebajar costos hasta extremos increíbles, porque lo importante ahora es que la Fiesta siga

Ahora pugnamos por adaptarnos a la “nueva normalidad”, que no significa que el maldito virus esté vencido sino adormecido en sus horas bajas, y se ha levantado el confinamiento pero con una serie de precauciones si queremos evitar un “repunte” que podría ser incluso más grave que lo del principio de la pandemia. Sin embargo la euforia típica de Juan Español está despreciando las medidas precautorias, poniendo en peligro la salud de la generalidad de los españoles. Lo que coloca al Gobierno entre la espada de la epidemia y la pared de la ruina económica que nos ha traído.

El toreo está siendo un ejemplo para ese sector de españoles, más amplio de lo que sería de desear, que pretende pasar del confinamiento anterior al “vive como quieras” actual, pasándose por la ingle todas las indicaciones que van desde guardar las distancias de seguridad hasta el uso de las mascarillas cuando y donde convenga. En festorros multitudinarios con derecho a roce y besuqueo, manifestaciones sin la mínima precaución, han tenido que intervenir las Fuerzas de Seguridad para tratar de evitar el desmadre que nos podría conducir a un repunte del virus coronario mucho más dañino que el superado con el confinamiento.

Sin embargo, en la Fiesta de los Toros existe un profundo espíritu de aceptación de las normas establecidas sin que nadie pretenda saltárselas, nunca mejor dicho, “a la torera”. No ignoramos que hasta que el Covid-19 sea vencido, a través de la medicación adecuada y una vacuna eficaz, cualquier espectáculo taurino que se organice será una auténtica ruina. Y para paliar esa realidad, tanto los toreros, como los ganaderos y los empresarios están dispuestos a rebajar costos hasta extremos increíbles, porque lo importante ahora es que la Fiesta siga y no acabe con ella ni un virus criminal ni la avaricia de nadie que forme parte del ámbito del toreo. Porque todos somos conscientes de que el mejor negocio para el toreo en la actualidad es que la Fiesta siga, que continúe existiendo.

Esta postura generalizada en el mundo de los toros, quizás sea el último bastión de auténtica españolidad que nos queda en estos duros y tristes momentos. Así ocurrió cuando la invasión napoleónica con el alcalde de Móstoles que desde el balcón del ayuntamiento proclamó; “Españoles, la Patria está en peligro, acudid a salvarla”. Y con el “desperta ferro” de los baleáricos. Y con el “no importa” con el que tantas y tantas veces ha reaccionado el pueblo español ante la invasión o la injusticia. Porque nadie es más ni mejor español que nadie por principios ni por ideas, todo depende del sacrificio que se esté dispuesto a aceptar por las cosas que son de todos los españoles sin excepción de creencias religiosas, credos políticos o fortuna.

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