0,0001 por ciento

¿Cómo es posible que Colombia gaste sólo en alimentar a sus mascotas unos 700.000 millones de pesos mientras ciudades como Bogotá tienen aún un índice de pobreza del diez por ciento? Podemos escondernos de la realidad, pero no esconderla a ella. Ocultar la marea que va cubriendo la arena de los derechos de los animales, sólo sirve para vivir el mismo tiempo sin optar a la lucha. Existe, quieran creerlo o no o quieran haberlo en cuenta o no, un mercado mundial de más de 40.000.000 millones de dólares en torno al animal llamado mascota. Una fuerza económica que crece de forma global y cuyas extremidades de activación política y social merecería más un análisis socio-policial.

No me ha sorprendido en absoluto la coordinación de los antis a las puertas de la Santamaría. La forma de iniciar sus protestas. El in crescendo de su violencia, la estrategia de guerrilla urbana después del festejo por la ciudad… es de profesionales. Entre esos jóvenes había gente de buen corazón y grupos de profesionales entrenados para las protestas. Estas y otras. No me cabe duda alguna, pues un coronel de la policía me constató el precio: 30.000 pesos. Unos 11 euros al cambio. En España sabemos que los manifestantes urbanos “profesionales” son más caros. Igual que los que hacen lo mismo en Francia o en Alemania

La estrategia de estas gentes no busca el enfrentamiento al aire libre con un aficionado. El público de toros es lealmente pacífico y no tiene respuesta violenta como reacción a la violencia. La estrategia pasa por el enfrentamiento directo con las fuerzas del orden, la policía. Nada más mediático y de portada que policías y jóvenes entre gases lacrimógenos. Tanto es así que, siendo una minoría los manifestantes, frente a los 11.000 aficionados a la Santamaría, las portadas de los diarios se las llevaron los disturbios. Ese es el fin de su estrategia. Lo mediático. Y lo mediático que sirve a su fin no es el fin en sí del animalismo. Cuidado con caer en sus redes. El fin de todo aquel que busque el buen trato animal no pasa por ningún tipo de violencia. La violencia y su imagen le interesa a quien paga a los violentos. ¿Quiénes son?

No hay en esos movimientos violentos ideología o posicionamiento alguno que roce el ecologismo o el cambio medioambiental. Sería inútil enfrentarse a la Tauromaquia con esos argumentos pues hasta asociaciones del calado de Greenpeace saben de la importancia en España y en otros países del toro y su aportación a los ecosistemas sostenibles. De hecho el discurso ecológico medioambiental está en las antípodas del animalismo. No equivoquemos a las gentes.

Si no son los movimientos ecologistas o medioambientales internacionales quienes participan en este antitaurinismo violento, ¿quiénes son? Sostengo desde hace más de quince años la misma teoría que hoy está certificada aunque no reconocida. Este animalismo/bestialismo es un movimiento global violento que creció, exactamente, al mismo tiempo que el mercado transnacional de la mascota. Que creció al mismo tiempo que los índices de natalidad de los países occidentales decrecían en porcentajes alarmantes. Que crecen al mismo tiempo que decrece la población rural. Que crece justo coincidiendo con los mensajes de improductividad y altos costes de nuestros jubilados.

Que crece al mismo tiempo que ha crecido la sustitución en cada hogar (en occidente hemos pasado de una mascota por cada cinco hogares a una por cada tres en cinco años y en plena crisis); que creció al mismo tiempo que se debate el derecho como objeto por parte de los animales. Que creció en tiempo y espacio que creció la producción hacia la mascota de las grandes transnacionales como Nestlé, Purina, Procter and Gamble, Mars… multinacionales que hasta hace una década y media dedicaban producción e investigación hacia el ser humano y ahora dedican sus recursos a la mascota. No considero animal natural a la mascota pues es fruto de una manipulación genética y genital de efectos silenciados por este gran mercado.

De un lado, asistimos a un maltrato millonario y brutal de seres vivos que no entra en el debate social. Del otro lado, asistimos al desvío de recursos hacia la mascota en detrimento del ser humano. ¿Cómo es posible que Colombia gaste sólo en alimentar a sus mascotas unos 700.000 millones de pesos mientras ciudades como Bogotá tienen aún un índice de pobreza del diez por ciento? Que alguien responda.

Pero nadie responde porque socialmente este problema no existe. Mientras que los impactos mediáticos sean esas riñas callejeras globales que abren noticieros. Mientras la sociedad y el político no analice que estamos ante un desvío de atención perverso del problema real, estaremos mirando hacia donde quieren que miremos. Las corridas son uno de los mejores lugares para que los problemas reales queden en la neblina de los gases lacrimógenos. Miren cada PIB y analicen en los últimos quince o veinte años, qué se dedica al ser humano y qué se dedica a la mascota en alimentación, sanidad, investigación… decidan por qué Bulgari o Loewe tienen ya líneas de mercado dedicados a las mascotas.

Estas son las realidades y las cuestiones a debatir y no el maltrato animal de la Tauromaquia, asunto que ocupa al ¿0,0001 por ciento de los animales de todo el planeta?

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