El toreo, como todas las artes, brota del sentimiento que no reside en la cabeza ni en el corazón sino en las entrañas del artista. La obra maestra nace cuando el poseído por un arte pone sus sentimientos y su propia vida al servicio del mismo, en un ejercicio de entrega absoluta. Igual ocurre con la música, la pintura, la escultura, la literatura y la danza. Todo lo demás es pura matemática, geometría, cálculo y sentido exacto de lo útil. Ciñéndonos a la Tauromaquia; cuando el torero siente el retortijón del arte en sus intestinos pierde la noción del peligro y es entonces cuando conecta con el público y estalla en los tendidos la catarsis de la emoción.
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