Sebastián Castella, tras más de cuatro horas de festejo, cortaba las dos orejas de un buen sobrero de regalo de Garfias y salía a hombros de la plaza junto a Ponce. El francés se mostraba feliz, afirmando que "en el toreo no hay dos sin tres y hasta que sale el último de la tarde nunca se sabe lo que va a suceder".
Cuestionado acerca de la posibilidad del indulto, Castella fue tajante: "Guadalupano era de indulto pero este no. Había que matarlo como así he hecho. He podido torearlo muy roto, muy a gusto y también muy despacio. Me voy contentísimo"
