Padilla, José Tomás, Morante, El Juli, Manzanares y Talavante cumplieron perfectamente con el sentimiento eterno de la Tauromaquia. El homenaje y honor al que se quedó en el camino de la gloria donde están las espinas de los pitones en el día justo en que no perdonan, y la gloria terrenal para la familia y su espíritu al comprobar que su hijo, su marido, su familiar, su amigo fue además de una buena persona, un torero que dejó huella de honesto y no que no pudo llegar a la meta porque la primavera se lo llevó creyendo, erróneamente, que había llegado el otoño para Víctor Barrio.
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