La Pincelada del Director

Tres pilares y un ejemplo

José Luis Benlloch
lunes 17 de octubre de 2016

Era el tiempo del Pilar. La última de primera. No defraudó. Se cumplieron las expectativas. Y más. Fundamentalmente porque la feria acabó en los cielos. Literariamente, plaza llena, público feliz, exaltado hasta el agotamiento de tanto vaivén emocional, grandes faenas, muestrario de estilos, Talavante, exultante su poderío y su creatividad, Morante en estado puro, viajando de orilla a orilla, de la ribera del escándalo que provocó su torera inhibición al éxtasis de una inspiración que nadie esperaba… Y bien bien pudo acabar en el mismo cielo literalmente, por fortuna no fue así aunque motivos hubo para ello, cuando Padilla se fue a la puerta de chiqueros siguiendo la estela de ese maldito/bendito tuit -por sus hechos les conoceréis- contra el niño Adrián que ha convulsionado el mundo ¡Yo ofrezco mi vida por el toro. ¿Y vosotros?... que acuñó Cayetano horas antes. El toro, en la tumultuosa arrancada de su irrupción, le marcó con la punta bruñida del pitón ese galón negro que luce Padilla para subrayar delante del mundo la dura autenticidad de este arte. Nos temimos lo peor y felizmente pasó lo mejor, Padilla volvió al ruedo tras largos minutos, más de una hora de incertidumbre, lo hizo revestido de la fuerza propia de un Hércules, cual héroe empeñado en vencer al destino que nos quieren imponer los bárbaros animalistas, y escribió una página, otra, pura épica, de las que tendrán lugar de honor entre las grandes leyendas del toreo. Y por si alguien pregunta, aclaro, en momentos así me importan un carajo los cánones y los estilismos.

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