No funcionaron los festejos del lujo. Los cuvillos en Sevilla, lejos de su calidad; los juampedros que todavía no nos enseñan el objetivo de Juan Pedro hijo, que siempre aseguró que iba a estar más cerca de la bravura de Parladé que de la nobleza, o falta de casta, de lo que heredó del padre. Fallaron también los de Montealto en Madrid y coincido con José Luis Benlloch en que estamos ante uno de los ganaderos que más vive y sufre por su ganadería. Pero la hechura, el volumen, la apariencia, no tuvo relación con el motor tan escasito. A la postre, en las tres plazas el banquete acabó casi en luto. Pero siempre está ahí Francia para echarnos un capote.
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