M e pongo a escribir con Sevilla al fondo. Ya es Domingo de Resurrección como quien dice y este año por añadidura del calendario eclesiástico, feria. Ni la crisis ni los fiascos que nos ha podido traer el arranque de temporada, ni los nubarrones negros y sangrientos de los telediarios, tan beligerantes, tan levantiscos, ni los antis con sus sediciones y conjuras, pura insidia, ni la administración que sigue mirando a no se sabe dónde nos van a quitar la sonrisa. Es Sevilla con todo lo que ello supone: Morante, Juli, Manzanares, El Cid, Perera, Luque, Ponce, el otro Curro… Daniel Ruiz, Fuente Ymbro, Miura, González… se haría interminable la lista. Todos, desde el más grande al más chico, optan a lo más grande. El escenario y la historia exigen e inspiran. El que no haya triunfado en Sevilla no sabe lo que es triunfar, de igual manera que el que no se haya emocionado en Sevilla no sabe lo que puede reportarle ser aficionado. Atrás han quedado las devociones y recogimientos de la Semana Santa, capirotes y túnicas, promesas y votos volverán al fondo de los armarios, con todo el respeto, eso sí, pero hasta el año que viene, a los golpes de pecho ahora le sucederán las palmas por alegrías, ahora toca feria, es el momento de Sevilla a la que tengo la sensación que por abril ningún otro escenario le puede hacer competencia. Y mira que lo han intentando.
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