La página de Manolo Molés

Nunca bajó la guardia

Manolo Molés
domingo 02 de julio de 2017

Fandiño se hizo a sí mismo. En la lucha solitaria y en la épica de los que lo arriesgan todo para llegar a lo más alto. Y se hizo notar en su Bilbao y conquistó Madrid. Pero de verdad. Oreja tras oreja. Fue torero de Madrid con pasaporte internacional.

Cada vez que muere un torero se rompen los inhumanos argumentos de los antitaurinos. Si es que se pueden tomar en serio sus argumentos de ignorancia, de mala fe, de cobardía, de estupidez, de travestismo intelectual.

Pero la muerte llega para cargar de dolor y de enorme importancia la vida y la pasión de todos los que se visten de luces, porque sueñan no con ser los más valientes sino con ser los que mejor torean, los que a la violencia del toro le responden con su temple, a la fiereza con la templanza, al peligro con gallardía, con inteligencia y por supuesto con enorme sinceridad y generosidad. El torero es un ser generoso en su mayoría. Su vida y su futuro los pone en esa difícil ruleta del conocimiento, del gusto, del corazón y del valor, también del buen oficio, de la técnica y de la madurez de su carrera.

Nunca los toreros usan ventajas en el cara a cara con el toro. Y si fuera así el aficionado lo impediría. El aficionado a los toros, casi un millón han pasado por la plaza de Madrid en lo que llevamos de temporada, no tiene nada que ver con el apasionado de otros espectáculos, en donde no importa saltarse las reglas para conseguir el fin de ganar. Los toreros sólo triunfan en las plazas grandes por su calidad, por su valor templado, por su buen gusto, por entender al toro y por crear arte y belleza porque el público no le admite engaños o ventajas contra el toro. Al toro se le cuida, se le puede y se le respeta.

SU LUCHA EN TIEMPOS DE LA ALCARRIA Y LAS CAPEAS JUNTO A SU AMIGO Y HERMANO NÉSTOR

Murió Fandiño en Aire Sur l´Adour. Un toro que lidiaba Juan del Álamo, el salmantino que acaba de triunfar a ley en Madrid, y al que Iván iba a cumplir su derecho al quite. Y cómo son los rayos mortales. Visto y no visto, el pitón en el costado y el pulmón y el riñón asaetado por una cornada prácticamente mortal. Iván, apellido galaico, hijo de familia trabajadora y emigrante, vasco, de corazón alcarreño porque ahí se forjó como torero con su amigo o su hermano, apoderado y compañero de aventura y de vida, Néstor, en tiempos de la Alcarria y las capeas.
Fandiño se hizo a sí mismo. En la lucha solitaria y en la épica de los que lo arriesgan todo para llegar a lo más alto. Y se hizo notar en su Bilbao (donde sigue acartelado para la feria de agosto, ahí está caliente todavía su nombre) y conquistó Madrid. Pero de verdad. Oreja tras oreja y al final aquella tarde con los parladé y la puerta grande, y luego llegarían las ferias. Fue torero de Madrid con pasaporte internacional.

Fandiño quería más. Acostumbrado a la lucha preparó una tarde en Madrid, posiblemente la gesta más en los límites, más dura, más sin red, más me lo juego todo, envido y pongo el resto. Era 29 de marzo de 2015 en Madrid. Y llenó la plaza. Cartel de “No hay billetes”. Sólo y en chiqueros uno de Partido de Resina (recuerdos de Pablo Romero), otro de Adolfo Martín, otro de Cebada Gago, otro de José Escolar, otro de Victorino y para postre uno de Palha. Tarde para la historia, sin triunfos pero para la historia. El triunfo era imposible pero la gesta estaba consumada.

Pero ahí empezó el infierno. Le pasaron factura. ¿Quiénes? Yo creo que todos. Lo fueron quitando de las ferias, del amor de su Madrid, como si hubiera cometido un pecado de lesa soberbia torera. Le pusieron puertas al futuro. No se entregó. Seguía toreando en plazas de primera si le llamaban, en las de segunda y hasta en las de tercera. Allí donde encontraba calor y comprensión.

SÓLO UN TORO PODÍA IMPEDIR SU SUEÑO DE ESCALAR LA MONTAÑA

Serio, seco, buen tío, honrado, luchador, diferente, encontró el amor en Ecuador con Cayetana, la hija del ganadero ecuatoriano Fernando García, propietario del hierro de Campo Bravo. ¿Sabes de dónde viene su encaste? De Baltasar Ibán, del mismo hierro del toro que se llevó su vida.

La Fiesta y la afición le debe cariño, respeto y dolor por la muerte de Fandiño. Los toreros, los subalternos, todos están compungidos. Pero el sistema fue duro e injusto con Iván. Tras una gesta que había que tener muchas narices, por no decir otra cosa, que no pudo ser triunfal, le orillaron, le pasaron factura pero no le vencieron.

Iván seguía su camino, convencido de que iba a escalar de nuevo la montaña, sabedor de que ese sueño y ese retorno sólo lo podría impedir un toro. Y así fue y así ha sido, un toro de Ibán en un quite por chicuelinas. Un pasito más en sus sueños de volver a las grandes ferias. Sólo un toro (lo dicen los toreros) puede acabar con el mañana. Y otra vez se cumplió la historia dura y cierta de la Fiesta. Pero Iván lo intentó una vez más, nunca, ni cuando le volvieron la espalda, bajó la guardia. Pero no ha podido completar su sueño de volver a sentir que fue, y de verdad lo fue, rey en Las Ventas de Madrid.

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