Las dos obras de mayor calado y pasión de la Feria de San Isidro han llevado su firma. Su sello. Huella Talavante. Una faena grandiosa frente a un toro de El Ventorrillo le abrió la gloria eterna de la puerta grande. Y otra faena de insólito y recio carácter frente a un encastado y exigente animal de Parladé, con el que únicamente cometió el error de pincharlo pero que le sirvió para consagrarse y convencer de que su estatus de figura se asienta ahora en sólidos cimientos de entrega, pureza y hondura. Está exultante pero responsabilizado de cara a un año fuerte, donde quiere cruzar líneas a diario y demostrar que su condición tiene largo metraje y notable fondo.
"Todos los toreros necesitamos un tiempo para madurar y en mi caso ese proceso ha durado dos años; pero ahora ya estoy arriba y siento que mi hora ha llegado. Siempre quise estar donde estoy"
"Personalmente me motiva más sacar lo mejor de mí mismo que rivalizar con nadie. Cuando rivalizas pierdes frescura y esa rivalidad te hace perder mucha fuerza interior"
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