La Pincelada del Director, por José Luis Benlloch
"Perera le puso brillante colofón a una temporada clave para él"."Perera le puso brillante colofón a una temporada clave para él".

Buenos augurios en el otoño madrileño

José Luis Benlloch
martes 03 de octubre de 2017

A los toreros siempre les quedará Madrid. Y a los aficionados. Y a la Tauromaquia. Como concepto y como realidad. De Madrid surgen los modos y emergen las modas de si se torea así o se torea asá o si el toro tiene que ser así o asá o se publicita de una forma o de otra. No son modas ni modos que se tengan que exacerbar ni que sirvan para todos los sitios con la misma métrica, pero son referentes necesarios ante tanto desafuero como se permite lejos de la capital. A los toreros siempre les quedará Madrid. Y a los aficionados. Y a la Tauromaquia. Como concepto y como realidad. De Madrid surgen los modos y emergen las modas de si se torea así o se torea asá o si el toro tiene que ser así o asá o se publicita de una forma o de otra. No son modas ni modos que se tengan que exacerbar ni que sirvan para todos los sitios con la misma métrica, pero son referentes necesarios ante tanto desafuero como se permite lejos de la capital. El toro, la colocación, la liturgia exigen mínimos. Hay límites en lo esencial, que no se pueden superar y Madrid es un referente, un recordatorio. Afortunadamente, porque si los dejaran, si se perdiesen los referentes, ¡ay, si los dejaran!... Y de Madrid surgen los toreros o se recuperan los toreros. O es allí o no se sabe dónde puede ocurrir. Así que cuando llegan sus ferias, sobre todo en sus ferias, el toreo se pone en alerta. Van a pasar cosas seguro. Y han pasado. El otoño trajo cosecha y conclusiones. Lo suficiente para llevarnos a un estado de esperanza. Un alivio. Hacía falta.

Hubo mucho público, se aparcó el elefantismo, en realidad salió el toro lógico, serio, cuajado, con sus carnes y su tipo, y todo transcurrió con más brillo

Primer dato. Se puede ser optimista. Ha habido mucha gente en los tendidos. Sin contar con las figuras más rutilantes ni con los destellos sociales de San Isidro que tanto llenan, ha habido mucha gente. La sangría de años anteriores se ha contenido. Y eso es una noticia cargada de futuro. La mala inercia se ha revertido aunque me aseguran que no sólo es cosa de Otoño, al final de la temporada habrán pasado por sus graderíos más de cien mil personas más que el año anterior.

Segundo dato. Se ha aparcado el elefantismo, ese es otro buen síntoma detectado este otoño, y ha comenzado a salir el toro lógico, serio, muy serio, cuajado, con sus carnes y su tipo, alguno ha habido con menos de quinientos kilos sin que encontrase respuesta, y todo transcurrió con más brillo, en realidad todas las tardes hubo toros para hacer el toreo como debe hacerse, con riesgo y exposición. Toros que dieron juego desigual y por tanto generaron variedad que es algo que tanto se reclama a través de los encastes pero también puede surgir en una misma corrida como sucedió. Los hubo para hacer el toreo con pausa y los hubo para jugarse la vida quien tuviese ánimo para jugársela. El ejemplo más claro fue el lote de cuvillos que se llevó Ureña, uno le puso a prueba el temple, otro, las agallas. Para las dos versiones hace falta valor, mucho valor, el valor de Ureña. Una faena tuvo dulzura y en la otra volaban los cuchillos y en las dos mantuvo la misma actitud. Ese es otro dato que lanza este Otoño, la dimensión de Ureña como torero importante. Ganó credibilidad, se habla del valor de Ureña, eso no es novedad, se habla de la colocación de Ureña, de su pureza frente al toro, de su capacidad, de si trata al bueno como al malo, de la resistencia personal frente al sistema… Ureña, Ureña, se habla de Ureña por todas partes, un tipo que ha demostrado con los cuvillos y con los adolfos que más allá del glamour hay vida. Volviendo al factor toro, la tarde de Fuente Ymbro pudieron salir dos toreros en hombros y eso en Madrid son palabras mayores; la tarde de Cuvillo más de lo mismo, Ureña y el joven Adame la tuvieron a tiro; con los del Puerto salió Perera y algún toro fue arrastrado sin suerte; y finalmente los adolfos, corrida agria y deslucida, hicieron valer esa dualidad que siempre les acompaña según la cual los buenos por buenos y los complicados porque así deben ser los toros, dieron satisfacción al clientelismo torista que al fin y al cabo para gustos están los colores, en este caso los modos de entender la Tauromaquia.

Ureña hizo exhibición de temple y agallas en una misma tarde, Román sigue sumando con el cuchillo colgado de su sonrisa y los Adame sufrieron los rigores de los intransigentes de la geometría

La lista de triunfadores ha sido extensa, justa y merecidamente extensa, estaría por decir que como ningún otro año. Lo de Ureña está contado. Román volvió a Madrid con el cuchillo entre los dientes, en su caso colgado de la comisura de su perenne sonrisa y se puso la geometría y las normas de la prudencia por montera. Su credo y su método es el albur, la verdad más desnuda, sin aditamentos, que pase lo que Dios quiera y pasó que triunfó. Llegaba y se ponía a torear, sin más probaturas. Lo hizo en los dos. Se quedaba quieto y dejaba que los pitones le pespunteasen los mulos y así, claro, la gente, la de la geometría y la otra, se puso de su lado. Román despierta un sentimiento de protección de tal manera que queda la sensación de que todos son de Román.

Los hermanos Adame mejoraron crédito pese a no encontrar el mejor ambiente. Les afearon la colocación con acritud desde el mismo paseíllo. Sin tener en cuenta más circunstancias, ni las batallas ganadas por el mayor frente a las corridas duras que fue una receta que siempre dio crédito en Las Ventas, ni que el menor estuviese en trance de confirmación, lo que implica ternura y merece un plazo de cortesía, se les pusieron enfrente. Nada de eso les valió, nada les tuvieron en cuenta, los de la geometría se pusieron el bigote y acabaron condicionándolos.

Perera no sólo entendió a los toros sino que los bien administró. Empuje y cabeza, látigo y seda para un final feliz. La foto de su salida a hombros en días tan duros para los españoles fue para enmarcar

Perera le puso brillante colofón a una temporada clave para él. Lo tenía difícil y lo ha resuelto en el mejor sitio y en el mejor momento teniendo en cuenta que desde siempre los triunfos de final de temporada tienen mayor rédito y acaban sirviendo para ganar puestos en la parrilla de salida de la siguiente campaña. No sólo entendió a los toros sino que los bien administró. Ya se sabe que el talento en los toros implica empuje y cabeza y por esta vez los combinó a la perfección, fuerte y flojo, látigo y seda para un final feliz. La foto de su salida a hombros blandiendo la bandera constitucional, por dónde era, por cuándo llegó, en su temporada más difícil, por lo taurino y por la carga patriótica que transmitía en días tan duros para los españoles, fue para enmarcar.

Finalmente el cierre de feria con la corrida de Adolfo Martín tuvo más emociones que brillantez. Una pena.

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