Madrid y su San Isidro lo envuelve todo estos días. Es lo previsto. Y lo tradicional. Especie de ley natural que, llegado mayo, hace valer su peso sobre el resto del planeta toro. De pronto Jerez y su lujo quedan lejos, lejísimos, y su toro ya no digamos, y pasará tres cuartos de lo mismo cuando lleguen las corridas del Corpus o el pentecostés nimeño. La trascendencia de Madrid se mide en triunfos, en tendencias, en fiascos, en cabreos, ¡en Madrid que atoree San Isidro! dicen que dijo el Guerra, o sea que la cosa viene de lejos; también en nuevas ilusiones, cada año un nombre, dos, tres ¡todavía hacen falta más! Este año ya van unos cuantos.
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