Durante un periodo de tiempo que se cuenta por siglos y que va a durar más allá de lo que duren todos los dioses, tuvimos una civilización dentro del mundo civilizado. La nuestra se aferraba a una delgada frontera de círculos concéntricos de sol y de sombra. La otra era el mismo mundo, separado en el origen entre la frontera de las aguas y la tierra. Allí el hombre se hizo especie avanzada, raza dominante, y seleccionó encastes humanos dominantes que subyugaron a otros encastes de humanos menores. En nombre de la civilización. En nombre de ese encaste superior se diseñó el mundo tal y como lo conocemos ahora, y en el que el toreo, desde su origen, es una civilización proscrita.
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