Es noviembre, en el más amplio de los sentidos. Seguro que lo han notado. Tiempo de inactividad torera. Lo dijo el Gallo, noviembre no tiene lidia. Ni en las plazas ni en sentido figurado. A los sinta que son/somos muchos se nos estrecha el presupuesto, las ideas, nos agobian los del 20/N. Hay que ver cómo se bautiza la gente. Que llegue pronto. Será para bien me apuntan, será digo yo. Para peor comienza a ser difícil. Priman los datos, los sondeos, las promesas, ahora todos parecen tener el secreto de la purga de Benito, la pócima mágica que todo lo va a resolver. Por qué no lo habrán hecho antes se pregunta la clientela que queramos o no somos todos. Esos mismos, de toros apenas hablan, vaguedades, referencias, conceptos que puede que se refieran a los toros o puede que no. Un dolor. Puñetera realidad. Ahora era la ocasión para que se mojasen. Dijeron que lo iban a hacer… ¿Se han rajado?... No sé, pero tenía que ser ahora, se comprometen ahora o no lo harán nunca. Ya saben, luego unos se van a lamerse las heridas y los otros se suben en el machito y si no conviene, si la coyuntura no viene de cara… pues eso, que si no conviene donde dije digo, digo Diego. Era ahora, escrito y firmado, pero no, prefieren contemporizar, el doble lenguaje, las pancartas grandilocuentes, el consejo de los sociólogos -tapado se está mejor- y la espera de los cazadores. Todo por un voto. Dan ganas de meterse en la cama y no salir como solía hacer el Gallo, el primero que adivinó lo que significaba noviembre, el mes sin lidia posible. Hay valores que no cambian con los años y madre mía ¡ay que ver cómo siguen cayendo las canales!
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