Portugal no es pequeño. Le pasa lo que pasa al silencio, que no se escucha. Le pasa que no tiene titulares, que es ese país que está al otro lado de una frontera olvidada. Le pasa que tiene una tauromaquia que no es de muerte y por no serlo, la consideramos menor. A Portugal le ha sucedido lo que a la poesía de Pessoa y quizá a Camoens, que fueron grandes sin titulares grandes. Tiene Portugal esa voz y ese idioma propuesto para la melancolía, que es el mejor estado de la inteligencia y su Fiesta le sucede lo que a los fados, que son escuchados pero no comprendidos. Pero Portugal, el de toros y el histórico es grande. No sólo por el toreo de caballeros, sino por lo que supone en identificación propia de una fiesta propia.
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