Badajoz a más allá de los cuarenta grados. Inhumano. Puesto en la piedra del sol un termómetro digital sumaba otros cinco. Y lloraba. Un termómetro llora cuando se abusa de él. Está para marcar la temperatura del mundo, no del infierno. Dicen que el día de José Tomás, se agotó el agua a eso del arrastre del cuarto toro y que se vendieron unos 18.000 euros del líquido elemento. Hacía tanto calor que en el callejón pedíamos sitio para cuando se abrían las puertas a los picadores, se agradecía el aire. Más de uno colocaba la cara así cuando un banderillero pasaba veloz para colocarse en el lugar que debía colocarse. El rebufo que dejaba era gloria bendita. Y no cabía un alfiler en la plaza, papel acabado. Dicen que si no hubieran estado miles de mujeres con sus abanicos, los hombres habrían palmado de deshidratación. Qué haríamos sin las mujeres con abanico.
