La temporada vuelve a coger velocidad. Pamplona ya es el fenómeno de todos los años que todo lo invade y todo lo puede. A más fuerza, a más vitalidad, más inmunidad. Así que a Pamplona, menos mal, nadie la toca. Que se atrevan. En Pamplona por San Fermín caben todos aunque sobra alguno. Se ve a diario. Y se asume. El primer encierro no cabían más, en el segundo tuvimos que reconocer que nos habíamos equivocado, que sí cabían más. En los dos hubo suerte a raudales, varetazos, puntazos leves, verdugones, golpes y sustos diversos, nada, para lo que hubiese sido lógico. En la plaza hubo pocas novedades en el arranque. Las divisas toristas mantuvieron su cuesta abajo, una decadencia alarmante y evidente para quienes se quieran enterar, y mucha consideración crítica a la espera de que salte un toro. ¿A cuántos y cuántos ganaderos hubiésemos crucificado si sueltan una corrida como la de Dolores Aguirre?... Y no es la primera ni la segunda ni seguramente sea la última. Me mantengo en mi postura de muchas temporadas, urge renovar el elenco de las toristas si es que queremos seguir utilizando el término. De tradición solo no vive el toreo y ni mucho menos los toreros. La de Pamplona fue tremenda y redonda. Habría que hacer un concurso, algo así como descubra una virtud en los toros de doña Dolores… Feos, grandullones, mansos, desclasados y peligrosos… especialmente en sus huidas. Los de Miura mejoraron, digamos que dentro de la gravedad y siempre y cuando que a la hora de juzgarlos digamos aquello de ¡Hombre, para ser de Miura…! En realidad toros y problemas para un cuerpo mayor. El de ese Castaño por ejemplo, pedazo de torero y creciendo, técnica ad hoc para los miuras -se sabe que también tiene otros registros más refinados pero el domingo tocaban miuras- una sorprendente fe en que aquello que lleva entre manos llegará a buen puerto, frialdad de ingeniero, empuje de guerrero… está en su momento y no cesa, se vio en Valencia, en Sevilla, en Madrid, en Nimes, en Pamplona… lo dicho: ¡y creciendo! Sus compañeros, Rafaelillo y Robleño, bastante hicieron en salir de la plaza por su pie y el crédito intacto.
