La muerte de Antonio Tornay me ha hecho reflexionar mucho. He tratado más a su hermano Manolo, pero el tiempo que en Valencia tuve contacto con el ahora fallecido me pareció un hombre integro, inteligente y con valores...
La muerte de Antonio Tornay me ha hecho reflexionar mucho. He tratado más a su hermano Manolo, pero el tiempo que en Valencia tuve contacto con el ahora fallecido me pareció un hombre íntegro, inteligente y con valores de los que dan categoría personal. La última conversación con Antonio la tuve en el bar del Hotel Colón de Sevilla. Andaba el hombre saliendo a trancas y barrancas de una grave enfermedad y yo también vivía momentos confusos, por lo que el ánimo de ambos no era propicio para la conversación amigable y distendida. Hace años que tengo la sensación de que ni él ni yo estuvimos a la altura de las circunstancias en aquella ocasión. Después ha ido pasando el tiempo sin que se nos presentara la ocasión de terminar aquel dialogo que quedó cortado en seco. Me hubiera gustado poder decirle que nunca me consideré agraviado por sus opiniones y que siempre le he tenido por un ser humano de primera. Ahora ha pasado al otro lado y seguro que estará entre los que merecen descansar en paz, a la espera de lo que sea si es que hay algo después de la muerte. Creo que lo merece.
No me cabe duda de que para Manolo Tornay la muerte del hermano habrá sido un golpe muy duro, y no quiero que en estos momentos le falte mi más sentido pesar por ella. El Tornay que queda es un gran luchador y un hombre cabal, y sé que sabrá encontrar la manera de mitigar su pena con los buenos recuerdos que guarda de una vida tan ligada a la del hermano que se ha ido. Dicen que los mejores se van primero, pero de ser eso cierto permítanme que lo considere injusto, porque los buenos, y Antonio lo era, deberían vivir siempre para apoyo de los que vamos viviendo a trompicones.
