No tenemos sensibilidad. Podemos tenerla en la boca, sacarla a pasear al lado de un gin tonic y decirnos lo excelsamente sensibles que somos. Podemos creernos que nos diferenciamos de las tribus porque somos sensibles. Que somos portadores de eso que a la sociedad hace tiempo se le escurrió de las manos, se le fue al suelo y se le quebró en mil pedazos. ¿Somos sensibles? No, no lo somos. Somos sensibleros, que es la defecación nada sutil en la que cae el ser humano cuando la sensibilidad se le escurrió de las manos. Sensible es la facultad de sentir, portadora de empatía, de humanidad, de ternura, de compasión, de ver lo sutil. Sensiblería es la parte cargante de la ausencia de sensibilidad.
