Barcelona, tarde de domingo. En los carteles una terna de lujo en la que recuerdo figuraban seguro Manolo González y Paco Camino, que esperaban liados en sus capotillos de paseo el momento en que la presidencia ordenara el despeje de las cuadrillas. La Monumental hasta la bandera, y en el cielo negros nubarrones deslizándose desde el Tibidabo hasta el litoral, amenazaban con descargar agua a cántaros poniendo en peligro la celebración del espectáculo.
