Arrancó San Fermín. Puntual. En lo bueno y en lo malo. En el incidente y en el éxito. Diecinueve minutos no son nada para lo que algunos quisieran. Algunos que son menos de lo que aparentan. Pocos que joden como muchos. Gente de la intransigencia y el fanatismo, imperativos. Diecinueve minutos para imponer la cordura y la normalidad en momento tan señalado como el chupinazo y… ¡a vivir! El mundo necesita sentirse vivo. Y este país más. La plaza de toros es la muestra. Plena. Vital. Eufórica. Rebosante. Amenazada por los intereses de unos pocos y ganada por la gran mayoría. Esa es la gran victoria, la diferencia. Pasa cada día en la calle y en la plaza. Pancartas, camisetas, cantos, maldita sea y al final… San Fermín.
