La pincelada del director

Un dolor que no es consuelo

José Luis Benlloch
martes 23 de julio de 2013

Mont de Marsan, Santander y Valencia cerrarán julio para dar paso al maratón, este año menos maratón, del agosto taurino, el tramo de la temporada que en los ilusionantes sesenta y setenta elegían Benítez, Palomo, Márquez… para torear más corridas que días tenía el mes. ¿Recuerdan?... tenía su parafernalia, un periodista como compañero y notario, una avioneta, gran avance frente a unas carreteras que no acababan de sacudirse las secuelas de una guerra civil, aparato que por sí sólo medía la categoría del matador, ¡tiene avioneta! ¡pilota él!, se decía con admiración, entonces había más admiración por los toreros, un reportaje en el Match o en Life o en el Stern o en El Ruedo o en todos a la vez, tiempos que no volverán, tiempos por cierto de críticas aceradas que no podían, reconozcámoslo, con la fuerza de aquellos ciclones, tiempos ahora añorados, más que por cómo se toreaba que seguramente también, por la vida que rezumaba el toreo, por cómo florecía por doquier, por la alegría con la que se iba a los toros, por cómo se valoraba todo lo que hacían los toreros, a veces olvidamos que la capacidad de sorpresa también cuenta y mucho, entonces un tipo se iba a la puerta de chiqueros y al personal se le ponían los pelos como escarpias de puro acojono o un chico pedía una oportunidad y se movilizaba el país y le llevaban cama y comida y compañía incluso en la misma Barcelona, quién lo diría.

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