Cada vez que me acerco a Las Ventas en estos domingos de fieles, enfermos del toro y guiris, observo conductas. La primera es evidente: escasísima asistencia de público, transformada en menor asistencia por el escenario: muy grande. Asunto que fluye con la naturalidad del causa/efecto al ser festejos de alto coste y bajos ingresos: deficitarios. Una reflexión que se salta, nada toreramente, el pliego de condiciones de la CAM. La segunda es que, al fin, hay una coherencia en el novillo en presencia y hechuras. La tercera es que, de cuando en vez, hay algún novillero que deja ese interrogante de que existe una posibilidad de crecer.
