Aquí en el mundo del toro es hasta normal vivir con la casa boca abajo. O sea: al revés. Tarde de lujos y figuras; toro vacío y parado y soledad, desencanto y sainete. Tarde de chavales nuevos llamados novilleros: utreros con aspecto de toros, astifinos como la vaca que los parió y un huracán de embestidas sesgadas para los que todavía están en el bachiller. Y algunos, por falta de oportunidades llegan a las citas novilleriles con fondo de párvulos.
