Es curioso como el invierno invita más al recuerdo y la añoranza que cualquier otra estación del año. Tal parece que las baterías que alimentan el espíritu necesitaran de los fríos, las nieves y los días más cortos para recargarse y darle a uno ánimos para soportar las mil nimiedades que lo encocoran habitualmente. Escenas, palabras y rostros archivados en ese complejo disco duro de la memoria, se remueven hasta ocupar un lugar de primera fila en la vida cotidiana. Claro que quizás esto nos ocurra más a los que ya tenemos más pasado que futuro.
