El toreo inicia un nuevo año sin resolver ni uno solo de los problemas que lo agobiaron el anterior. Y por supuesto sin hacer frente a las dificultades que inquietan a las tres grandes constelaciones del planeta de los toros, que son las de los toreros, ganaderos y empresarios, más difíciles de entender que el recibo de la luz. A estas alturas hay motivos para dudar del acierto de llamar la atención de los políticos sobre la fiesta de los toros. Como al señor Wert se le ocurra hacer una Ley Taurina para serenar el ambiente del toreo como ha serenado el de la Enseñanza con la Ley de Educación, nos esperan días de gloria. Días de discusiones bizantinas y relucir de navajas cabriteras, en defensa de tantos intereses contrapuestos como se solapan cuando el arte deviene en negocio. Y sobre todo ruina, mucha ruina, si alguien no levanta pronto la bandera del raciocinio y el sentido común.
