Querido director; si Dios o tú no lo remediáis voy a seguir escribiendo durante este año que acaba de comenzar para renovar en cada artículo "mi compromiso inmortal con la Literatura"...
Querido director; si Dios o tú no lo remediáis voy a seguir escribiendo durante este año que acaba de comenzar para renovar en cada artículo "mi compromiso inmortal con la Literatura". ¿Cómo se te queda el cuerpo al leer esto? Seguramente pensarás que he perdido el oremus o que sufro un ataque de ridícula cursilería. Que la edad no perdona, o que he puesto mi promoción de viejo chocho en manos de una empresa que en su supina ignorancia de lo que es mi profesión me ha aconsejado la frase con la que comienzo este billete para que alardee de modernidad, sin percatarse de que con ella hago el ridículo yo y ella demuestra que confunde el culo con las témporas. Con lo fácil que habría sido que me recomendara decir con toda sinceridad y sencillez que si sigo escribiendo, cuando ya no tengo nada que conseguir con esta profesión porque lo que tenía que conseguir ya lo logré y lo que no he logrado ya no lo lograré, es simplemente porque me da la real gana, porque me gusta y además necesito seguir haciéndolo para sentirme vivo, porque es lo único que he sabido hacer en toda mi vida con cierta corrección.
Querido amigo; perdona mi arranque de potro salvaje cuando soy ya un viejo jamelgo lleno de cicatrices con los huesos maltratados por la artrosis. Pero es que, aunque no me figuro a Cervantes, Hemingway, Truman Capote, Graham Greene, C.J. Cela, García Márquez o Vargas Llosa diciendo una cosa así, el menda es la leche y ¿qué sería de la Literatura sin mi “compromiso inmortal”? Que Dios me perdone. Porque los que aprovechan cualquier ocasión para atizarme estopa no lo harán. Y con razón.
