Que David Mora no está toreando donde/cuanto debería torear ha quedado claro en la octava de la Feria de Mayo ¿…? De Sevilla. Cierto es que “Niñito” de Moisés Fraile fue un gran toro...
Que David Mora no está toreando donde/cuanto debería torear ha quedado claro en la octava de la Feria de Mayo ¿…? De Sevilla. Cierto es que “Niñito” de Moisés Fraile fue un gran toro, de los que descubren a los malos toreros, pero el de Borox supo hacerle los honores que merecía su bravura y eso que llaman ahora “toreabilidad”. ¿Por qué no torea más y en los sitios clave David Mora? Que se lo pregunten al/los que mecen la cuna. A lo mejor es que no conviene que saque nadie la cabeza no vaya a ser que se vean obligados a apretar como no les apetece. No, no; si ya sabemos que no hay ninguna figura que lo sea por casualidad, pero a algunos de ellos les falta la grandeza suficiente para fundamentar su liderazgo solamente en el ruedo, al margen de los despachos. La triste Feria sevillana de hogaño es la prueba del nueve de esa realidad. Alguien tendrá que hacer examen de conciencia cuando acabe. Puñaladas a la Fiesta como la escenificada este año en la capital del Betis no pueden permanecer impunes.
Con un toro de la calidad de “Niñito” hay que apretarse los machos y entregarse en cuerpo y alma si se quiere estar a la altura, y David lo ha estado. De haber despenado a su adversario/colaborador con mayor acierto, habría paseado el ovalado anillo de la Maestranza con los dos apéndices auriculares en las manos. El toreo necesita una gran apertura de puertas y ventanas para que entre en él el aire fresco y vivificador de la realidad. Cada torero es dueño de su carrera y puede planteársela como le dé la real gana, pero en el hecho taurino que tiene su único escenario en la arena, cuando acaban todas las trapisondas previas, solo debe mandar el público que es el que paga.
Aquí hay mucho mar de fondo. Muchas tormentas subterráneas. Esto no se arregla toreando de salón para los niños en las plazas públicas, ni con artificios de márquetin, humaredas y cantando amores a las bellas artes. Ni por supuesto regalando un puñado de entradas a la chiquillería. Esto es otra cosa. Debe ser algo con lo que no se corra el peligro de sacarle los colores a un Joselito, a un Belmonte ni a un Manolete si resucitaran.