Lo que está ocurriendo con Sevilla recuerda al célebre chiste de Jaimito: “Mi hermana me ha pegado, para que se joda no como”. Peor aún, porque los autoexiliados de La Maestranza no comen ni dejan comer. La Feria de Sevilla se tambalea porque ha echado a andar sin ritmo y al buen tuntún como un pollo descabezado. Pero no porque los del Cinco-G sean el ombligo del mundo sino porque, como en todos los artes de la vida, los más reconocidos y populares son naturalmente los que marcan el diapasón. Son como los cabos gastadores en las formaciones militares; que si ellos se desvían o pierden el paso aquello parece el ejército de Pancho Villa. O como los cabos de andas que marcan el compás en los pasos de las procesiones de Semana Santa, que si se distraen, los costaleros trastabillean y las imágenes se tambalean y pueden acabar en el suelo.