La revolera

El toreo pierde un Rey

Paco Mora
viernes 06 de junio de 2014

Tarde cargada de sentimientos encontrados para la que se llamó “la generación del Príncipe”. Con Don Juan Carlos I se va nuestro Rey. No hemos tenido otro...

Tarde cargada de sentimientos encontrados para la que se llamó “la generación del Príncipe”. Con Don Juan Carlos I se va nuestro Rey. No hemos tenido otro. Vivimos la infancia con un presidente de la República y fuimos haciéndonos adultos con un dictador, fruto de una incivil guerra. Con este Rey, muchos de mi edad pasaron de republicanos a “Juancarlistas” monarquicanos. Con el Rey Juan Carlos, los de mi quinta hemos llegado a ese periodo de la existencia en el que uno se siente jugando ya la segunda prórroga. Las Ventas –cerca de 25.000 españoles- han rendido homenaje de cariño y agradecimiento al Rey que se marcha, para dejar paso a su hijo Felipe VI. Independientemente de ideas políticas y posiciones sociales, el gentío ha aplaudido a rabiar al gran aficionado que siguió la tradición taurina de su señora madre y de su tía abuela, la infanta más torera de toda la realeza española. “No me negarás mi dama, que este Vicente Pastor es el que manda en España. Bueno, después del Rey…” que recitaba Alejandro Ulloa en su famoso romance titulado “La Chata en los toros”.

Aparte de ese acontecimiento sentimental, que era de esperar de la buena gente española que son los aficionados a los toros, repito, piensen como piensen políticamente, la tarde fue una de tantas, como también decía “la Chata” en el citado romance. A destacar la corrida de Alcurrucén, que, con sus luces y sus sombras, puso en el acontecimiento la emoción de la bravura. Toros bravos para toreros bravos. El primero, del que le otorgaron al Juli una generosa oreja, fue sin duda el mejor de la corrida de los Hermanos Lozano, uno de los residuos más genuinos del encaste Núñez. Como viene siendo habitual, Fandiño se la jugó como un jabato con mucha verdad por delante con su lote, al segundo del cual le arrancó una oreja a cara de perro. Los dos menos manejables le tocaron en suerte a Talavante, que no obstante dio muestras del magnífico momento de sedimentación y expresión artística en que se encuentra. Una Corrida de Beneficencia para la Historia, porque Don Juan Carlos seguro que volverá a Las Ventas pero ya nunca será lo mismo. Aunque el afecto de la afición taurina le acompañará para siempre.

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