Tomás Entero se apuntó un tanto en El Puerto de Santa María de los que valen una liga. La torera plaza que cantó Joselito El Gallo como lugar imprescindible para vivir una tarde de toros, se había convertido en un erial, en la tremenda soledad de la deserción. Algo, o muchas cosas se hicieron mal. Serolo no dio con la tecla pero el Ayuntamiento cometió un abuso difícil de catalogar. Claro que la culpa fue del empresario por presentarse. Pero el pliego obligaba a hacer unas obras muy necesarias y muy caras a cargo del inquilino y no de la propiedad. ¿Dónde se ha visto algo igual? El que está de alquiler paga lo que le toque y la propiedad es la que corre con las obras, el mantenimiento y la modernización del edificio.
