FERIA DE FALLAS

La gesta de Román entre el drama de Borja Jiménez y la bravura de La Quinta

José Ignacio Galcerá
miércoles 19 de marzo de 2025
El valenciano se echa la tarde a la espalda con enorme compromiso tras la dramática cogida a su compañero y la salda por la puerta grande; gran corrida de la familia Martínez Conradi

Tarde de toreros machos y de toros bravos. Trepidante, intensa, sin tregua, no había espacio para tomarse un respiro. De esos días que hacen afición y compensan los otros, que desafortunadamente también los hay. La feria, pues, acabó en alto. Lo merecían/mos todos. Ocurrió mucho y más, en el ruedo y fuera de él, y cuando eso pasa cuesta ponerlo en orden. Así que habrá que empezar por el principio. Por unos prolegómenos cargados de sentimiento. La presencia de su majestad el Rey Felipe VI con motivo de una visita privada a Valencia le trajo a los toros. El monarca acudió a pie hasta la plaza, donde se agolpaba la muchedumbre que lo recibió con vítores entre los que no faltaron los vivas al rey. Luego el recuerdo a las víctimas de la trágica riada en el sentido minuto de silencio y en el riguroso luto que lucieron los dos toreros en sus capotes de paseo. Ambos fueron obligados a saludar antes de la salida del primero en lo que fue el broche a una sucesión de ovaciones.

Y a partir de ahí, el toro. En la tarde de hoy, de toros bravos porque los ganaderos de La Quinta, que debutaba en Fallas, enviaron a Valencia una señora corrida de toros. A cinco de los seis les tocaron las palmas de salida y a excepción del último, todos tuvieron importancia, es lo que tiene la bravura, y tres de ellos mucha categoría, tanta que cuesta decantarse por cuál fue el mejor. La corrida mantuvo el interés y la tensión de principio a fin. Los hubo buenos, como el primero, muy buenos, como el tercero, muy buenos y completos, como el quinto, y también fieros, como el cuarto; y complicados, como el segundo, el toro que encogió los corazones tras coger dramáticamente a Borja Jiménez.

Y ante tanta bravura, la entrega de los dos espadas, Román y Borja Jiménez. El valenciano firmó una gesta improvisada y la echó adelante con enorme compromiso y también dosis de buen toreo, con capote y muleta, y acabó saliendo a hombros. El sevillano, que le plantó cara a ese toro incierto que fue el segundo, sufrió la cara amarga de la Fiesta y pese a que quiso salir a torear, ya no pudo volver de la enfermería.

Las puntas del primero miraban al cielo y la seriedad en sus 510 kilos desataron una ovación que luego se repetiría con sus hermanos. Román le cogió de inmediato el ritmo al toro para torearlo fantásticamente a la verónica. En esos lances se descubrió ya la calidad del toro. El brindis del valenciano al monarca. Y luego una faena de logros desiguales sobre ambas manos ante un toro que requería de una precisión y pulso de cirujano. La estocada, trasera, hizo guardia y emborronó lo hecho.

Borja Jiménez firmó una apertura de faena extraordinaria al segundo. Del estribo hasta más allá de las rayas. El toreo genuflexo y el muletazo mandón para marcar las jerarquías y la torería porque también se puede imponer uno toreando con categoría. La faena del sevillano, brindada al rey, fue un despliegue de técnica y capacidad. De las que revelan el momento de un torero. Y el de Borja es de una plenitud sobresaliente. El toque fuerte y fijador para meter en la muleta una embestida recta, a media altura e incierta. La firmeza de Borja siempre por encima. Al entrar a matar, el toro lo prendió por el pecho y lo zarandeó con violencia y saña en una cogida dramática. Al sevillano se lo llevaron a la enfermería con el susto metido en el cuerpo de todos. Román pasaportó al toro.

La plaza se quedó helada tras la cogida. La incertidumbre recorría los tendidos hasta que se confirmó el milagro: solo contusiones y varetazos. Increíble. En esas salió el tercero, una pintura de toro. Engatillado, fiel a su estirpe y una expresión que hacía presagiar lo mejor. Como así fue. El toro embistió con una clase superior por el pitón derecho. Puro lujo. Tuvo el toro un ritmo y son muy especiales. Román, en gesto de torero, puso la montera en la puerta de la enfermería por su compañero herido. Y se creció, eso lo hacen los toreros valientes, en un momento de tal desasosiego por lo que estaba ocurriendo en la enfermería. Luego lo toreó bien sobre la mano derecha, ligado, en series de planta asentada y trazo largo. A izquierdas el toro fue otro. Tardó en doblar, luego resbaló Román en la misma cara del toro para poner más drama a la tarde, falló en el descabello y se esfumó toda opción de cortar la oreja.

Corrió turno y en cuarto lugar, Román estoqueó el previsto como quinto mientras seguían dando tiempo a Borja Jiménez, que quería salir a torear los dos toros que le restaban. Imperó el trellat (la razón) y acabaría Román quedándose con los seis toros. No lo puso fácil en banderillas este, donde apretó a los hombres del valenciano. El toro pedía los papeles y tenía importancia todo lo que se le hizo. Llegaba arriba por su encastado y fiero comportamiento. Una faena vivida con tensión. Román tiró de pundonor y disposición, en un esfuerzo digno de reconocimiento porque era el cuarto toro seguido que estoqueaba. Fue premiado con una oreja.

Cuando se podía pensar que ya se habían rebasado los límites de las emociones, en el quinto se vivió el que fue uno de los momentos de la tarde y de la feria. Francisco Ponz "Puchano" levantó al público de sus asientos con dos puyazos extraordinarios. Toreó a caballo -fue generoso Román en favor del espectáculo-, lo citó de largo, le levantó la vara y se agarró arriba, en la misma yema. El primero, más en corto, el segundo, arrancándose el toro desde los medios. La alegría y la franqueza del toro en la arrancada fue preciosa. Y la emoción de un tercio de varas no tiene parangón. Fue este otro gran toro de La Quinta, muy completo. La fijeza, el fondo bravo, lo quería todo por abajo. Estuvo firme Román en series breves que llegaban al tendido porque en la repetición inagotable del toro se sentía una transmisión que llegaba arriba con emoción. Tras la estocada, la muerte solemne del toro, que dobló con la boca cerrada. Cosa de los bravos. Se reconoció a Román con una oreja y al toro con la vuelta al ruedo. En la vuelta al ruedo del valenciano, invitó a Puchano, coprotagonista del gran espectáculo vivido, a darla con él.

El sexto cortó en banderillas y ya dejó intuir sus complicaciones. Después no fue para tanto porque terminó rajándose. Entró en liza, invitado por Román, el sobresaliente Víctor Manuel Blázquez, que estuvo breve y muy torero por chicuelinas. Brindó a su padre el valenciano con la esperanza de que se sujetase. Pero no fue así. Desentendido, buscó la salida y dijo que no quería pelea. Acabó en la misma puerta de toriles.

La puerta por donde sacaron a Román en volandas fue la grande, la de la gloria, ganada por hacer frente a una gesta imprevista. A Borja le tocó en este caso la de la tragedia. Son los contrastes de una tarde de toros.

Valencia, miércoles 19 de marzo de 2025. Toros de La Quinta, muy bien presentados y de gran juego en conjunto a excepción del incierto segundo y el rajado sexto. El cuarto, lidiado como quinto, número 35, Famoso de nombre, de 555 kilos, nacido en 10/20, cárdeno oscuro, premiado con la vuelta al ruedo. Román, ovación con saludos, silencio en el que mató por Borja Jiménez, ovación con saludos tras aviso, oreja tras aviso, oreja y silencio; Borja Jiménez, herido. Entrada: Más de tres cuartos de plaza. Su majestad el Rey Felipe VI presenció el festejo en una barrera del tendido 3 acompañado de Luis Francisco Esplà y de Antonio Bañuelos, presidente de la Real Unión de Criadores de Toros de Lidia. Antes de romperse el paseíllo, se guardó un emotivo minuto de silencio, acompañado de un solemne toque de trompeta de El Soro, en memoria de las víctimas de la riada del pasado 29 de octubre. Tanto Román como Borja Jiménez fueron obligados a saludar antes de que saliese el primer toro. Víctor Manuel Blázquez ejerció de sobresaliente.

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