La temporada 2025 se acerca al final cargada de buenas noticias. Como en ninguna otra de las anteriores. Es la reacción esperada, también necesaria, el año de la inflexión. La primera de las novedades es que está yendo mucha gente a las plazas, como no había ido en las últimas décadas. Hay un evidente cambio de ciclo (el toreo siempre ha estado sometido a esos vaivenes) aunque también puede entenderse como una respuesta directa al abolicionismo oficialista de cierta izquierda que no sabe de toros, pero niega, ni tampoco gusta de la democracia y ataca. Y alguna responsabilidad, mucha, debe tener en esa buena ola la aparición de nombres nuevos, unos recién horneados y otros recuperados, que han logrado interesar al gran público, cuestión imprescindible para la buena salud de la tauromaquia. Sabido es que o hay interés más allá de los llamados aficionados y no digamos de los necesarios puristas o no hace falta ningún Urtasun para placar.
Y en la responsabilidad de ese resurgir, aparte de Morante y Roca, los reyes del momento que contraponen no solo estilos sino también generaciones, hay un manojo de chicos que han subsistido al conservadurismo de un sistema poco dado a orearse y han logrado sacar la cabeza e interesar. La prueba de que no estamos soñando son las entradas que se están dando en las últimas ferias. En Sevilla se van a acabar las localidades las tres tardes de la sanmiguelada, en Madrid se están rompiendo todos los récords de abonados y público en general en su inmediata Feria de Otoño, con una jornada memorable en la cuestión, el 12 de octubre, cuando en doble sesión, mañana y tarde, reunirá casi cincuenta mil espectadores porque la plaza no da más de sí. Como detalle a tener en cuenta hay que subrayar que las dos ferias, en las dimensiones actuales, se pueden considerar de nueva creación lo que demuestra que sin despreciar las tradiciones las convocatorias deben adaptarse a los cambios de hábitos sociales y si los aficionados, pongo por caso, ya no resisten los calores inclementes de julio hay que ofrecerles la templanza del otoño y sí, naturalmente estoy pensando en Valencia que en octubre tiene no solo buena temperatura sino también un entorno lúdico que tanto conviene a las ferias y por ende una vía de expansión.
UN CONVIDADO EN SEVILLA
En lo estrictamente artístico, la sevillana Feria de San Miguel arrancó con fuerza. Y con sorpresa para quienes no estaban avisados. Un samurai se sentaba en la mesa de los exquisitos. La empresa había programado un cartel de los considerados de artistas, Manzanares, Ortega y Aguado, pero como puede ocurrir y ocurrió el hombre propone y el toro descompone. Una voltereta en Murcia forzaba la baja de Manzanares y abría paso a una de las últimas revelaciones de la temporada, a David de Miranda, triunfador de Málaga al que en uno de los últimos domingos habíamos dejado en estas mismas páginas al pie del ascensor. El onubense no desaprovechó la ocasión, se montó en el elevador. Se arrimó como un bárbaro, dejó que los toros le pespunteasen los bordados de la taleguilla sin inmutarse y cambió el argumento de la tarde, puso a pensar a todo el mundo incluidos los dirigentes del sistema. Les advierto, no es un exquisito, tampoco un creativo, su fórmula es la de siempre, asustar, al toro, al propio miedo y a los espectadores, ponerse en una tesitura en la que el resto de los mortales no seríamos capaces. Su presencia en el cartel y su actitud supuso una convulsión, como si en un desfile de Versace o si lo prefieren de Balenciaga, se plantase un mozo rural, un marinero onubense de tierra adentro con sencillo traje del mejor paño. Ante eso, los llamados artistas no esperaron a la inspiración y se arrimaron como nunca. Feliz contagio. Todos ganamos, magnífica tarde. Por cierto, no se paren a elegir, se puede disfrutar en los dos bandos. Cerrando esta columna le quedaban dos capítulos a la sanmiguelada de los llenos. Algo más pasará.