La reaparición de El Soro se ha convertido en el acontecimiento de las Fallas de este año por lo dados que somos en este país a las emociones fuertes, que en ocasiones nos hacen bordear el sadismo. Porque la realidad es que la mayor parte del público que llenó hasta la bandera los tendidos, ocupó su localidad sabiendo que iba a sufrir, y clarines y timbales les sonaron a anuncio de tragedia en dos actos con autoinmolación incluida. Ya en el paseíllo comenzaron a asomar lágrimas en los ojos de muchas mujeres, y a no pocos hombres les costaba disimular su inquietud. Afortunadamente no ocurrió nada irreparable, pues quedó patente a lo largo de la tarde que la providencia va a los toros. Como dijo un espectador a mi lado mientras era arrastrado el segundo de El Soro: “Yo no creo en Dios, pero existir existe”.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1956
