La Revolera

Como en la fábula

Paco Mora
miércoles 06 de mayo de 2015

En esta ocasión no han proliferado los titulares de los periódicos ni se han abierto tantos telediarios con el retorno del que está sentado a la diestra del Dios Padre. Y es que, como en la famosa fábula, de tanto decir "¡que viene el lobo!" ya nadie se lo cree.

José Tomás ha reaparecido en Aguascalientes y el mundo sigue andando. Nada se sabe de lo que piensa hacer con su cuerpo serrano esta temporada que comienza. Probablemente lo que en otras de las suyas: organizarse tres o cuatro bolos en plazas de buen aforo que le permitan llevárselo crudo y en cantidad, con toros adecuados para el caso y compañeros que no molesten. Esa es su tónica desde que dejó de ser el José Tomás que nos hizo concebir esperanzas de que había llegado a la Fiesta el Mesías esperado, capaz de hacer crujir las cuadernas de este paquebote de placer en que han convertido el toreo entre los ganaderos que edulcoran cada día más a sus toros, los empresarios que lo ven todo del color verde-billete de banco y los toreros que siguen su carrilet sin intención de competir ni consigo mismos.

Decimos que la mayor parte de los toros que salen hoy a la arena de las plazas de toros son dóciles animales que aguantan un puyacito y se desfondan al cuarto muletazo, tanto por falta de fuerzas como de casta, y es cierto, pero... Pero: Y de la casta de los toreros instalados en los noventa o cien mil euros más IVA, ¿qué se dice? ¡Nada! Lamentos de plañideras y a seguir tragando, porque cuando salen dos o tres toreros con un par, dispuestos a jugársela tratando de situarse, primero casi no los ponen en las ferias y si los ponen las campanas repican a ruina porque no va casi nadie a verlos. Aquí el secreto es ir intercalándolos con las figuras consagradas, como se había hecho toda la vida, para que las aprieten y se vean obligadas a luchar por mantener sus puestos de privilegio. Así renacería la competitividad, tan fundamental y necesaria en la Fiesta Brava. Pero a eso no se atreven las empresas porque, ¿y si se les enfadan los caporales de la Fiesta y le declaran el boicot a sus plazas? Esta es la triste y cruda realidad.

Pero a lo que íbamos: en esta ocasión no han proliferado los titulares de los periódicos ni se han abierto tantos telediarios con el retorno del que está sentado a la diestra del Dios Padre. Y es que, como en la famosa fábula, de tanto decir "¡que viene el lobo!" ya nadie se lo cree y la gente sigue a lo suyo y a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga. Y el que la pille para él...

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