La revolera

Una tarde larga y dura

Paco Mora
martes 12 de mayo de 2015

Si la Fiesta fuera sólo la decisión de un hombre, a estas horas el nombre de Paco Ureña se estaría repitiendo por todas las esquinas, peñas y corrillos de Madrid, y aún en toda España, pero el toreo es algo más.

El toreo es algo más que jugarse la vida en una partida en la que no se lleva ni una carta para ganar. Si la Fiesta Brava fuera sólo la decisión de un hombre de salir en hombros en triunfo por la puerta grande, o en brazos de las asistencias hacia la puerta de la enfermería, a estas horas el nombre de Paco Ureña se estaría repitiendo por todas las esquinas, peñas y corrillos de Madrid, y aún en toda España, porque millones de aficionados lo han visto por Canal Plus jugarse esta tarde la safena, la femoral y hasta la fe de bautismo. El lorquino ha salido de Las Ventas por su pie de verdadero milagro. Pero el toreo es algo más. Mucho me temo que Ureña ha estado, en su segunda comparecencia isidril, en tal disposición tratando de hacerse perdonar, y perdonarse a sí mismo, que un toro como “Agitador” de Fuente Ymbro se le fuera al desolladero con las orejas puestas. Pero se me antoja que no es ese el camino, y que la sombra de “Agitador” le perseguirá durante toda su vida.

En la corrida de Pedraza de Yeltes, bien presentada y algunos de ellos con chuletas y solomillos para acabar con el hambre del tercer mundo, ha habido de todo, pero con sus complicaciones difíciles de resolver en ocasiones. El más bravo y repetidor ha sido el tercero ante el que Del Álamo ha dado su medida, y a quien da lo que tiene no se le puede pedir mas. Álamo es un torero para andar sobrado en la segunda fila del escalafón, en la que tendrá días de gloria, pero le falta esa profundidad y ese sello que caracteriza a los toreros de postín, y que les distingue de los que no lo son. Las figuras, lo son esencialmente por eso; porque tienen algo que no se aprende ni se compra en El Corte Inglés. ¿Qué el salmantino ha estado mal con ese tercer toro? ¡Ni mucho menos! Pero el toro merecía menos pases y con más calidad, y sobre todo un concepto claro y concreto de faena. Los pintores no plasman en la tela lo que les sale sino lo que quieren pintar.

De Castaño baste decir que hoy no ha tenido su tarde. Lo que tuvo delante no es que fuera fácil ni excesivamente propicio para el lucimiento, pero otras veces con peor material, Javier, al que aprecio y considero, ha dado otra talla. Vendrán días mejores. ¡Seguro!

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