La semana taurina, a falta de toros y ferias que calmen los revuelos externos, se ha vuelto a tensionar. Hay motivos. No tiene buena pinta el futuro inmediato. Espero más del después que del ahora, de lo que sea capaz de reaccionar la sociedad tras el avasallamiento al que nos han sometido, que del estado shock de estos días que nos mantiene colapsados. Habrá alguien que me diga que esa es exactamente la cofradía del clavo ardiendo y es posible que sea así, pero ante el cuadro actual no hay muchas más salidas para desestimar el suicidio taurino que confiar en la reacción civil que nos acabe rescatando de este sindiós (con perdón), soñar en que el realismo que llegará tras la tormenta anti, esa especie de ola que nos ha inundado con la frivolidad e irreflexión de una moda, ponga las cosas en su sitio.
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