Huesca, lunes 10 de agosto. Toros de Juan Manuel Criado y Albarreal, bonitos y bien presentados sin exageraciones ni estridencias. Francisco Rivera Ordóñez “Paquirri” sufrió una cornada tremenda, de aquellas que en los tiempos que se picaba sin peto se solían denominar “de caballo”. Entró en la enfermería vivo de milagro. La de la Albahaca es un feria amable con un público alegre que disfruta viendo torear a los mejores con corridas de las llamadas “cómodas” -¡qué ironía!-, como si en el noble y peligroso arte de lidiar toros bravos hubiera algo cómodo. El día anterior en Marbella, Paquirri se había negado también a matar por orden del presidente al toro que, después de hacerle una gran faena, Morante renuncio a meterle la espada como protesta ante el escaso interés que las autoridades del callejón mostraron por impedir que dos espontáneos -dos auténticos malasombras-, uno de los cuales era el holandés subvencionado, entorpecieran el trabajo de los toreros e hicieran mofa del espectáculo taurino.
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