Cuando empieces a leer este artículo si es que te apetece, el recuerdo se habrá llevado a donde se merezca los nueve días de la Feria de Bilbao. Y quedarán aquellos recuerdos que te reconfortaron como aficionado y se habrán borrado sobre la oscura arena de Vista Alegre las ilusiones que nunca fueron realidad, los sueños que no pasaron de pesadilla, los toros que no sintieron el temblor de la bravura, las tardes en las que fuiste feliz como aficionado y aquellas en las que tu torero no estuvo a la altura. Puede pasar eso o lo contrario. Y el mejor resumen para ti será el tuyo que como aficionado sacas tus propias conclusiones. Pero en lo que sí estaremos de acuerdo es que Bilbao es, con Valencia, Sevilla, Madrid, Pamplona y Zaragoza, uno de los seis pilares básicos de la temporada. Y es además la feria de la seriedad y el equilibrio. Del toro sin mancha y del torero bien tratado por una afición elegante y entendida. Sólo nos falta algo vital: encontrar la fórmula para que la plaza se llene a diario porque tiene carteles y atractivo para que no veamos ese panorama azul-asiento-vacío. Urge estudiar una solución que pasará también por el abaratamiento de los precios. Es la única asignatura pendiente de gente tan seria y válida como Aresti o Juan Manuel Delgado, entre otros. Y yo confío en ellos y en el futuro.
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