En la semana mandó Bilbao. Bilbao y su mundo. Sus personajes. Su entorno, todo un hábitat de lo más peculiar e intenso que le confiere señas de entidad propias. Bilbao es Bilbao y que dure. Una tertulia, otra, Íñigo, Casas, el Cochero, el Club Taurino, una tele, otra tele, de noche, de día, una feria del libro y hasta una academia de toreo de salón para los que quieren ir más allá de la teoría. Su empeño en mantener enhiesta la bandera de la tauromaquia en el norte, no se nos vaya a inclinar. También sus guerras intestinas más o menos insinuadas pero notorias porque los hombres son/somos así. Con su toro y sus menos toros que de todo hubo, cuidado. Con sus fidelidades toreras: Ponce, amor correspondido, marcado a fuego por los éxitos de veintiséis años de entendimiento y gloria, con su Juli y a partir de ahora con su Urdiales o eso cabe esperar porque el de Arnedo es de los que tampoco le fallan. Con sus pasiones, con su presidente, ese Matíaaaaas como le gritan desde el tendido enervados e indignados unos, pidiendo justicia, dándole ánimos e invitándole a la resistencia otros según el bando donde militen, porque uno acaba teniendo la sensación de que en Bilbao el toreo implica militancia. Y los que llegamos de fuera que ya somos más que los propios bilbaínos o eso parece, esa no sé si es buena señal, no sólo asistimos al espectáculo sino que participamos del espectáculo global de Bilbao, veinticuatro horas ininterrumpidas, tarde, noche y madrugada y vuelta a empezar, un Bilbao que sigue siendo un gran espectáculo los días de gloria e incluso los otros porque cuando Bilbao se pone del revés también es mucho Bilbao, es la... que dirían en Bilbao.
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