Me gustan las emociones. ¿A quién no?... Que te gusten las emociones significa que te gusta el toreo. Van de la mano. Y si alguien no lo comparte es que no conoce el toreo. Pueden llegar por la vía del arte, pero también por la vía de los bemoles, un tío jugándose la vida por no se sabe qué, emociona, seguramente tanto como un tío moviendo los avíos despacioso y templado. Te puede emocionar igualmente un toro defendiendo su vida al ataque, jugando limpio, embistiendo con franqueza, yo vi el viernes en Guadalajara a gente buena llorar de emoción cuando el ya célebre Hechicero se ganó la vida que a otros le niegan en el anonimato madrugador de un matadero. Y te puedes emocionar si amas todo lo anterior viendo cómo se moviliza un pueblo defendiendo lo suyo, y entiéndase como suyo sus gustos y sus derechos en los que va la libertad de elegir, tal y como sucedió el sábado en Valladolid o como sucedió el marzo pasado en Castellón, como me cuentan que sucedió en Algemesí o en Albacete, como sucede en tantos rincones de España, cada vez más para que se enteren los del pensamiento único. Sucede de tal manera, con tal frecuencia que del problema, del acoso fascista al que nos someten, se puede hacer virtud o sacar ventaja.
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