La muerte llegó del brazo del terror, del odio, de la intolerancia y sobre todo del fanatismo. El París de la libertad volvía a ser campo de exterminio con la sangre derramada de docenas de inocentes, en la barbarie eterna de etnias, religiones, diferencias sociales, económicas, políticas y esa enfermedad incurable del fanatismo, sea del color que sea en ese arco iris de la sinrazón.
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