"Soy el único que en los últimos cuarenta años saliendo de la nada logró sentarse a la mesa de los grandes y ahí sigo sentado"
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Fotos: Javier Arroyo
-Tú llegaste a un mundo en el que no se hablaba mucho y te pusiste a hablar. A falta de currículo tenías discurso.
-Siempre tuve capacidad verbal.
-Era tu arma.
-¡Es mi arma! -enfatiza-. Pero cuidado, esa arma surge de mi capacidad artística.
-¿Alguna vez tuviste la sensación de que hablaste demasiado?
-Siempre. La búsqueda del hombre que habla e intenta no decir tonterías es llegar a la serenidad del silencio. Espero que llegue el día en que no tenga que hablar.
-Existe la idea general de que si te hubieses limitado a Nimes serías la leche, rico, tranquilo, considerado…
-Me lo planteé, no creas que no. Sabía que si me quedaba allí y guardaba el dinero de Nimes para mí, mi vida material y profesional estaba resuelta pero yo necesitaba reivindicar mi condición de profesional más allá de las fronteras. Era la reacción a haber sido objeto de persecución en mi vocación inicial. Por eso quise conquistar España. Esa conquista me costó todo el dinero, más incluso del que gané en Nimes. Nunca dudé en reinvertir más del cien por cien de lo que ganaba y eso me llevó a dificultades económicas muy serias. La compensación que obtuve sí ha sido un arma como tú dices, se llama honestidad.
-¿Honestidad y el negocio se llevan bien?
-Naturalmente, en mi caso sí. Como siempre mantuve relaciones estrechas al más alto nivel con los profesionales, como nunca dejé un euro atrás, como siempre cumplí con mis compromisos administrativos y fiscales y siempre satisfice mis deudas, gané algo que se llama el banco de la confianza. Por eso sigo existiendo… -a estas alturas ya nada ni nadie le contiene en su discurso-… existiendo para seguir obrando dentro de mi ideología inicial. La Tauromaquia es un arte que no puede ser alterado por la mediocridad, por eso siempre busqué la perfección.
-¿La conseguiste?
-Unas veces sí y otras no, pero lo intenté siempre. Esa fue mi meta, busco la grandeza, la emoción de los públicos, la puesta en escena del arte y la cultura taurina… Ahora mismo todo el mundo habla de arte y cultura refiriéndose a la Tauromaquia, hace apenas diez años y durante más de treinta era yo sólo quien aseguraba que la Tauromaquia en el siglo XXI sólo se podría justificar por su esencia cultural.
-Cierto, hay que reconocerlo y más de uno te miraba de soslayo, con ironía, este francés.
-No me importó. De esa visión he hecho un marketing, toda mi carrera ha ido en esa dirección.
Le pongo una marcha más a la entrevista.
-Sabes, Simón, la última bala contra ti es más prosaica, asegura que debes dinero. ¿Eres consciente de ello?
-Soy consciente de las malas intenciones de quienes dicen eso pero no debo dinero. Algunas veces pago diferido, como cualquier multinacional, y con el pleno consentimiento de quien contrato. Le digo, es un ejemplo, por tu actuación de Zaragoza te daré un pagaré que es una modalidad contractual inicial y se te hará efectivo en marzo y me lo admiten como se lo admiten a marcas internacionales. Por tanto yo no debo un euro. No tengo un pagaré devuelto. No he huido de ninguna plaza debiendo dinero ni debo a ningún torero ni a nadie. Habría que ver la situación de quienes dicen eso. Yo no debo dinero.
Es Simón Casas, evidentemente, el empresario que transformó Nimes, el que ha acumulado más plazas de toros de primera categoría en la última década. Valencia, Zaragoza, la propia Nimes y Mont de Marsan además de haber tenido participación en ese tiempo en Madrid y en Málaga y gestionar Alicante entre otras. Logro impensable para un francés, esa es su otra gran singularidad, que llegó al mundo de la empresa sin pedigrí dinástico ni siquiera caudales.
La entrevista arrancó con aires novelescos. Cuanto menos originales. Tenía los trazos de una trama de espías. “A las trece horas en el Kilómetro Cero, en la Puerta del Sol”, decía un misterioso SMS con el que cerramos la cita periodística. “Justo enfrente del edificio de la Comunidad”, puntualizaba. Me pareció bien, después de dos mil entrevistas era toda una novedad. Llegué puntual. Recordar mientras esperaba que aquel viejo edificio albergó la Dirección General de Seguridad en tiempos del franquismo, ahora que lo pretenden resucitar, me situaba en un ambiente de novela negra, añadía su morbillo y avivaba una parte de la memoria más triste de este país en un momento en que tanta tristeza y preocupación nos invade. Cuánto dolor y cuántos malos tragos se debieron pasar entre las paredes y chiqueros de ese viejo caserón. Preferí recordar que en sus dependencias y así se lo conté a Javier Arroyo mientras esperábamos, pasó la noche Curro Romero después de negarse a matar un toro de Cortijoliva en el San Isidro de 1967 y que Julián García Candau se disfrazó de camarero para llevarle la cena y poderle hacer una entrevista en el talego. La anécdota que sin ser de una felicidad absoluta ni un baile de paso de ecuador, dicho por no salirnos de la época, sí ayudó a construir una de las grandes leyendas del toreo moderno: un día a la trena y el siguiente por la Puerta Grande con la corrida de Benítez Cubero. El triunfo no hizo olvidar la tarde negra, al contrario, fue el golpe definitivo para que el conjunto quedase grabado en el imaginario popular como una de las grandes hazañas de un genio.
El SMS de la cita periodística aún tenía una segunda parte: “Marta pasará a recogerte”. Me quedé con la preocupación de no haber preguntado si tenía que llevar un sombrero en la mano o un periódico bajo el brazo, pero como no me dijeron nada supuse que Marta me conocía y me reconocería. Al final, hubo un cambio de planes, si de verdad fuese una novela habría que decir que por seguridad, y apareció Lionel “Nos están esperando, vamos”. Es un tipo alto, cortés, punto desgarbado, nunca podría ser torero, pensé al verle, habla aprisa, pisándose las palabras con un claro acento extranjero que combina con giros de lo más castizos. En apenas un minuto me cuenta los planes que tenía o tiene para Rafaelillo si finalmente sigue apoderándole. Doblamos la esquina, bordeamos el caserón, entramos en Pontejos, no más de ciento cincuenta metros y penetramos en el zaguán de un caserón decimonónico restaurado con gusto de muchos euros, “es aquí”, dice.
“Coño, Lionel hubiese podido venir sólo”… “Lo hacemos así siempre, es mejor”… me contestó. “Pues lo será”, le contesté yo todavía confundido por un desenlace tan sencillo. Subimos. En rellano común, a un lado del ascensor está la oficina, del otro la casa de Simón, de tal manera que no tiene excusa para el absentismo laboral ni siquiera para justificar los retrasos en el maldito tráfico de Madrid. En realidad podría ir a trabajar en pijama. Seguro que alguna vez lo hace, pienso. Luego la entrevista sin ser la novela de suspense que parecía, prometo que no defraudó. Sobre todo porque este Simón me contó mil historias que por sí solas eran una novela, él es una novela.
-Si te digo impulsivo.
-Me vale, pero mejor dime pasional.
-¿Anárquico?
-No, siempre construí. Mira Nimes, lo que era cuando llegué y lo que es ahora.
-Vanidoso sí eres.
-Lo fui. Tuve ese pecado de juventud pero luché contra él. Ahora ni soy vanidoso ni narcisista.
-Altivo, creído.
-Yo no he conocido un guerrero, y yo lo he sido toda mi vida, que no sea osado, que no se reivindique constantemente. Por eso en alguna ocasión me he podido pasar en mi actitud verbal o gestual pero eso no es pecado, eso es necesidad estratégica y cuestión de carácter.
-Puedo seguir en las acusaciones. Manirroto.
-No. Inversor. Mira cómo voy vestido, el último traje me lo hice no se sabe cuándo. Vivo bien, pero después de cuarenta años trabajando qué menos.
-Blando con las figuras.
-Blando no, he sido admirador de las figuras.
-No es eso, no te escapes. Tus colegas empresarios te señalaban por inflacionar el mercado.
-Tampoco. Cuando llegué al toro el mundo empresarial estaba dominado por unas familias de larga tradición, Matilla nieto de Matilla, Chopera nieto de Chopera, Balañá lo mismo… ante eso tuve que buscar mis armas y para eso alguna vez tuve que romper los esquemas económicos, eso sí es cierto, pero era una necesidad.
-Y te fue bien.
-Soy el único que en los últimos cuarenta años saliendo de la nada logró sentarse a la mesa de los grandes y ahí sigo sentado. Otros lo intentaron y se sentaron sólo cinco minutos. Yo sigo, sin deudas, con reconocimiento y con capacidad para enfrentarme a un futuro en el que ha aparecido un nuevo factor como el animalista que no ayuda precisamente.
-¿Para lograrlo dejaste muchos cadáveres atrás?
-No. Todos los que comenzaron conmigo siguen conmigo. La gente de mi oficina de Nimes lleva treinta años conmigo. Te voy a decir más. Yo soy padrino del hijo de María Sara, que fue mi primera mujer. Ahora he sido padrino del hijo de Amandine que fue mi otra mujer. Eso demuestra mi capacidad de conciliación y de la amistad. ¿Tú conoces un hijo de puta con tantos amigos?... No hay cadáveres, hay lutos en mi alma. Te digo más.
-Dime.
-Uno de los fundamentos de mis convicciones íntimas es que la venganza es un pecado y que la mejor manera de solucionar un conflicto es elevarse, salir por arriba. Dedicar el tiempo a la venganza es perder el tiempo. Y lo mismo cabría decir de la traición.
-¿Eres religioso?
-No hablo en nombre de la religión, hablo desde mis convicciones filosóficas.
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