El año va a echarse sin haberse definido claramente, con sensaciones para todos los gustos. En realidad embistió desigual. Por un lado dio opciones a los jóvenes de la renovación, y si no las dio se las cogieron que es una fórmula excelente para sacar cabeza en esto del toro, y dejó una ristra de nombres propios que a poco que persistan deberían estar llamados a resolver problemas mayores. Por otro lado embistió bronco, con guasa de la chunga por toda esa moda de estulticia y maniqueísmo que nos invade buscándole las femorales a la Tauromaquia, una corriente que aún se agravó más los últimos meses por la ineptitud de la clase política que, a falta de planes y proyectos, disimula zarandeando el toreo y los gustos de tantos y tantos españoles, incluida la cultura de sus mayores. Ellos, que hablan de respeto y defienden las minorías, no tienen empacho en contradecirse agrediendo a los que, por cierto, no somos minoría por mucho que ese sea su objetivo. Felizmente aún les queda un trecho para lograrlo.
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