La capital hispalense mantiene la tradición de salir de la Semana Santa con su mejor cartel de la temporada, este año en competencia con la Pascua arlesiana y las Ventas
Pasadas las Fallas ¡adiós invierno!, llega la primavera y la mirada del toreo se dirige al Domingo de Resurrección. Tras la cuaresma, penitencia y dolor parlamentario añadido, llega la luz y la vida, simbolismo que abraza más que nunca fe y tauromaquia. Plazas tan principales como Sevilla, Madrid, Arles o ayer Málaga, asumen su responsabilidad iniciática en la temporada. La capital hispalense sobre todas ellas. Guardados los pasos procesionales, Serva la Barí, Sevilla en caló, levanta el telón festivo. Es toda una ceremonia social. Se guardan túnicas y capirotes y se estrenan corbatas multicolores, Sevilla ama a Sevilla más que ningún otro día, Sevilla se reafirma en su color especial, sacan la bléiser azul, se lustran los zapatos, se transita de Martínez Montañés a Curro Romero, que no son referencias tan alejadas a la hora de maridar sentimiento y belleza. En el imaginero, cuentan, inspiraba Cagancho su toreo, en el torero de Camas se sintetizan todas las devociones de Sevilla… la Esperanza Macarena, el Cachorro, Curro, el Betis… ángeles y demonios caminan de la mano. Los buenos augurios de los idus de marzo valencianos deben concretarse en la primavera sevillana. Hace falta.
El día es hoy y el cartel de máxima categoría. Morante, dos años ausente, hijo pródigo, vuelve a casa tras las desavenencias de despacho y algunas salpicaduras de vedetismo. Acude en busca del perdón, si hay algo que perdonar, y de un lugar en el imaginario popular que le permita ser el heredero de Curro, de Pepe Luis, de Chicuelo, de Juan y de tantos como en Sevilla ilustraron la tauromaquia más exquisita. Estará Manzanares, leal como nadie a su segunda tierra y especie de príncipe adoptado en tiempos de desgobierno propio. Y cerrará Talavante, un tipo moderno que un buen día inventó en la Maestranza el natural eterno a un toro de Cuvillo y ya nadie fue capaz de olvidarle por mucho que la marejada de los despachos le alejasen de la Maestranza.
Los toros, en una concesión taurinamente poco menos que internacionalista, lucirán la divisa charra de Garcigrande. Son los tiempos que cambian. De aquel gotha ganadero que rebosaba sevillanía en las balconadas de los maestrantes y en el sobre palco de la puerta del Príncipe, ya apenas queda ni rastro y en las tardes de máximo compromiso, salvo honrosas excepciones, los toros llegan de las dehesas gaditanas, extremeñas y charras principalmente, sin que nadie ya les mire de soslayo cual intrusos en casa ajena.
Por todo eso y más, historia más actualidad es la fórmula del éxito, se entiende que se hayan agotado las localidades. Y para adaptarse a los tiempos, desde la acera de enfrente si la autoridad decide que se cumpla la ley, gritarán los antitaurinos clamando consignas que el gran capital les remite camufladas en un animalismo nada ingenuo, nada sospechoso, porque es evidente qué buscan, qué quieren, pasta y dividendos para las multinacionales. Tiempo hace que no engañan.
Madrid-Arles
Madrid por su parte, con larga tradición en tal día, cultiva hoy su personalidad. Dos toreros muy de Las Ventas. Con más honor que fama en estos momentos, Fandiño y Moreno de Aranda, ambos con carta de naturaleza fechada al norte de Despeñaperros, accidente donde los andalucistas establecían la frontera del arte, ya saben de Despeñaperros p’abajo s’atorea, p’arriba se trabaja…echarán un mano a mano a la espera de ganar posiciones en las ferias y en los despachos.
La tercera referencia del día, sin duda la más novedosa y hasta la de mayor interés tras los sucesos de Fallas, es Arles. Es la gran Francia que sigue avanzando al unísono en la gestión, programación y la defensa de la tauromaquia. Llegará un momento, que cual el arte picassiano, el toreo elija ser francés. El mano a mano entre Juli y Roca Rey anunciado para hoy, con toros de Daniel Ruiz, es ahora mismo, trasladado a terminología deportiva, una final inédita en los torneos de Grand Slam capaz de marcar el futuro. Los dos saben cómo se las gasta y qué clase de armas va a esgrimir el oponente. En realidad son muy semejantes. Capacidad, valor, técnica y orgullo. Les diferencia la novedad que juega a favor del peruano y la experiencia que respalda al madrileño. Ninguno lo tiene fácil a priori.