Es una ganadería que reúne en su seno todas las señas de identidad que han hecho única la afición y la leyenda de criar animales bravos. Una casa que guarda un depósito de bravura y clase que fue el toro que perfiló Salvador Domecq y que hoy protege con mimo su hija Lola Domecq. La bravura con mayúsculas. Transmisión, calidad, humillación, ritmo, entrega, fijeza y fondo. Referencia para muchos ganaderos. El actual animal de esta casa ha llegado a estos tiempos equilibrando las hechuras y el juego. Un año en el que su nombre vuelve a Madrid tras haber lidiado en Las Ventas en 2015 un toro de leyenda: Lenguadito.
- “Conjugar las hechuras con el comportamiento es lento. Yo diría que es más lento que difícil, porque la dificultad cuando tienes las ideas claras se supera, pero el tiempo no corre más deprisa nunca”
- “Buscamos la bravura. Es muy complicado obtenerla pero nuestra obsesión es acercarnos a ella. Al animal hay que pedirle fijeza, humillación, repetición, galope, codicia... sin olvidarnos de la transmisión y el poder”
- “Nos importa mucho la regularidad, esa es la mayor virtud que puede tener una ganadería en su comportamiento. Es lo que aporta credibilidad y da seguridad a un torero cuando apuesta por tus reses”
- “La nobleza no sirve porque no da fondo y los animales deben tener transmisión para emocionar. Hemos desechado vacas extraordinarias de bondad y nobleza precisamente por su falta de raza”
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