Joselito regresa a Las Ventas

Íñigo Crespo
viernes 29 de abril de 2016

Este próximo 2 de mayo se cumplen dos décadas de una tarde que está inscrita con letras de oro en la historia del toreo: La Goyesca de 1996. Joselito con seis toros en solitario. Tarde épica. Una lección de magisterio. “Por cumplirse esos veinte años me hace mucha ilusión volver a la Goyesca, incluso mucho más que si fuese a la Beneficencia que es la corrida más importante del año o incluso a San Isidro que siempre es San Isidro”, reconoce el torero del barrio de La Guindalera de Madrid. “Para mí Madrid es mucho Madrid sea el 2 de mayo, el 27 de junio o el 9 de septiembre. Son palabras mayores. Voy con mucha ilusión y responsabilidad. Cuando iba como torero llevaba la confianza de saber que para bien o para mal el que tenía que resolver era yo. En cambio ahora dependo de los toros, de un trabajo que está hecho hace seis o siete años atrás cuando seleccionamos las vacas que parieron a estos toros”, se sincera.

Hay 12 toros dispuestos “Es variada de sementales aunque no me suelo guiar mucho de eso por no obsesionarme. Prefiero ver las hechuras y elegir los toros por ahí”, admite.

Vive entregado a su familia, a su ganadería y a esa perseverancia que un día le hizo llegar a lo más alto del toreo. Joselito, figura. Fue paradigma de una manera de entender la profesión y ahora busca serlo criando toros bravos. No busca paralelismos entre sus dos facetas, quizás porque la vida le ha dado un visión distinta de entender dos vertientes tan sumamente opuestas de la Tauromaquia: ser figura y ser ganadero. “Es muy distinto”, responde con seguridad. “Siendo torero, a lo mejor por la edad o por las metas que quieres cumplir, te comportas de un modo muy impulsivo, impaciente, queriéndolo todo para ese mismo instante. En cambio, como ganadero aprendes a manejarte con la paciencia, aprendes a esperar. A lo mejor es cuestión de madurez, de tener ahora menos prisas que antes, pero desde este lado, la vida te enseña a ser más sosegado y a tener más pausa con todo. También es cierto que de torero cuando aprietas eres tú el que tienes que resolver y ahora de ganadero no te queda otra que ser paciente y esperar porque por mucho que corras las cosas son como son”, subraya.

Se suele afirmar que uno de los objetivos de los ganaderos es imprimir su carácter a sus animales. ¿Es verdad o es un tópico?, trasladamos la cuestión a Joselito: “Creo que es verdad. Hay mucho de eso en la cría del toro. Los ganaderos queremos poner nuestra personalidad en los toros. Intento que mis toros tengan mi personalidad, que sean temperamentales pero nobles, que sean enrazados pero con clase. Como creo que soy yo”.

La finca de José Miguel Arroyo “Joselito” se encuentra en Trujillo, provincia de Cáceres. Una amplia extensión de terreno donde cría con mimo a sus animales y donde trata de buscar ese camino de perfección y bravura que persiguen todos los ganaderos y que él mismo persiguió cuando se vestía de luces. “En mi opinión hay que dejarse guiar en esta vida por la utopía”, sostiene el madrileño. “Como torero busqué la perfección y como ganadero, también. Mi meta es buscar el toro perfecto que no es otro que el toro bravo en todo su esplendor”, explica antes de poner sobre la mesa lo que él defiende como bravura: “Que se mueva mucho, que humille mucho, que tenga mucha clase y que rebose la embestida en los muletazos. Un toro para ser bravo de verdad debe contentar a todos, a los aficionados porque no les puede dejar indiferentes por su codicia y su transmisión y a los toreros porque les debe servir para triunfar”.

UN METRO MÁS DE RECORRIDO

Joselito habla con pasión. No se esconde. Sabe que posee un mensaje como ganadero que lejos de estar estandarizado, lo defiende como un concepto personal y muy sincero de entender la bravura. “A partir de esas características hay que buscar otras virtudes en la bravura como son la fijeza, la duración, el recorrido y la clase”, asegura antes de aportar un matiz básico para entender su concepto: “La clase no es sinónimo de toro tonto que pase por allí como si tal cosa. No. La clase debe imponer al público y debe imponer al torero mediante ese término tan volátil pero tan importante como es la raza y la casta”.

Mientras repasamos la camada y hablamos de forma inopinada de la finca y del paraje donde se encuentran sus toros, apetece continuar la línea que ha contextualizado el propio ganadero. Nos adentramos en la raza y en la casta. Su definición es clara y su idea también. “Un toro encastado no es ese que te las hace pasar muy putas”, señala sin pelos en la lengua. “Un toro que te atosiga y que no te deja ni respirar puede ser otra cosa pero no un toro bravo ni un toro encastado. La raza y la casta deben partir de la entrega y la entrega es humillación, embestir por abajo con fijeza. El toro que se mueve sin humillar no puede ser un buen toro. Esas embestidas fieras de toros con mucha alegría y mucha movilidad pero que llevan la cara alta, son embestidas muy deslavazadas frente a las que es muy difícil expresar el toreo”, pormenoriza.

Sus conocimientos dan carta de naturaleza a sus palabras y a su concepto. Se adentra en los vericuetos de lo que debe ser la embestida de un toro bravo, en contraposición a otras maneras de entender las virtudes de un toro. “Cada uno verá las cosas de una manera. Yo doy mi opinión aun sabiendo que a lo mejor no tengo ni idea de lo que va esto”, defiende con un golpe de ironía que no sirve sino para aportar mayor fuerza y mayor crédito a sus palabras. “El toro que embiste a media altura puede tener mucha movilidad y raza para algunos pero tanto la movilidad como la raza debe estar equilibrada por la clase. La clase de un toro la da la entrega y ese medio metro de más de recorrido que debe tener cuando se emplea en la muleta”.

El medio metro más de embestida. Ahí se encuentra la base conceptual de muchos ganaderos, entre ellos Joselito. Lo explica: “No nos podemos equivocar, el toro con clase y el toro bueno es el que tiene el empuje suficiente como para embestir por abajo y muy largo. Ese es el toro ideal, el que se rebosa de la muleta y acomete un metro más allá, el que se va de la muleta pero su raza le impulsa a volver y repetir”. El ganadero apunta un detalle: “Un toro con mucha movilidad y con raza sólo será bueno si humilla y si es capaz de despegarse de la muleta. El toro que se abre que parece que se va pero vuelve, ese es el animal con el que personlmente sueño”.

En el mensaje de Joselito incluimos un matiz: ese toro es el que da confianza al torero a la hora de crear. “Da confianza y deja torear y sentir porque se va de la muleta”, precisa. “Tambien es verdad que depende mucho de cómo se interprete el toreo. No es igual el que torea en líneas curvas y para adentro que necesita un toro así que el que torea en líneas rectas que es todo mucho más fácil porque aunque el toro se quede debajo y no se rebose, siempre puede esquivar la embestida”, puntualiza.

Conocedor de los entresijos del toreo, Joselito no oculta que una cosa es predicar y otra dar trigo. El concepto es una cosa y la realidad, otra. “Lo complicado no es explicarlo, sino hacerlo realidad a través de la embestida de tus toros”, formula. “Al final el trabajo de un ganadero consiste en equilibrar la raza y el empuje de los toros para que tengan ese medio metro más de recorrido que es lo que marca al toro perfecto”, admite. Sobre este contexto y esta definición que ha puesto sobre el tapete el ganadero, le preguntamos una obviedad cuya respuesta es siempre una incógnita:
-¿No se puede confundir ese irse de la muleta como una manera de mirar a las tablas o de mansear?
Hay quien lo puede confundir.
-¿Dónde está la diferencia?
En que la bravura le hace volver a la muleta para embestir con profundidad. El toro manso se raja de forma muy clara y no acomete y si lo hace es para defenderse.
-Bajemos a la arena. Díganos un toro de su ganadería que haya bordeado la perfección. Un toro que haya reunido todas esas características.
Habilitado, un toro que le tocó a Leandro en Bilbao. Ese es el toro con el sueño. Embistió galopando con prontitud después de tomar dos puyazos y tuvo una alegría y una profundidad tremenda. Aquel toro me lo hubiese llevado al campo. Y no le dieron ni la vuelta al ruedo.

En la ganadería de Joselito pastan en torno a 230 vacas. Un número suficiente para tener muy en la mano el juego y poder trabajar con versatilidad y amplitud de miras. “Son tan importantes las vacas como los sementales”, defiende Joselito. “No se puede dejar en el aire nada. Hay quien dice que es más importante el semental que la vaca pero yo no estoy de acuerdo. Es cierto que un toro te da cuarenta crías al año y una vaca te da seis o siete en su vida y con diferentes padres, pero para dar uniformidad y regularidad debes tener muy buenos padres y muy buenas madres”, sostiene, y continúa: “A pesar de todo, los errores son constantes. Hay incógnitas que cuesta mucho despejar. Todos los ganaderos buscamos que los cruces salgan bien pero luego te das cuenta de que en la genética dos y dos pocas veces son cuatro”.

Realista y sincero, el madrileño no oculta que su admiración a los grandes ganaderos del momento es altísima. “Admiro a los ganaderos que tienen quinientas o seiscientas vacas y están en todas las ferias y todos los años. Hay que tener mucho talento para eso. Para ser figura de los ganaderos hay que tener la misma idea que para ser figura del toreo: lidiar mucho y durante muchos años en las grandes plazas y además triunfar. Ahí estriba la mayor dificultad, en triunfar. Ganaderos como Victorino Martín, Núñez del Cuvillo, Daniel Ruiz o Domingo Hernández, son ejemplos para mí”, reconoce. “El maestro Antonio Ordóñez me dijo una vez que una faena buena es capaz de hacerla hasta el torero más malo, que lo realmente difícil era hacer muchas faenas buenas durante muchos años y en muchas plazas”.

Se convirtió en figura del toreo a mediados de los 80. Mucho ha cambiado el toro desde entonces, él mismo lo reconoce y apunta la evolución del animal: “Ahora se cría y se lidia un toro mucho más perfecto que el de entonces. Ahora estamos viendo muchos toros de embestidas muy profundas, toros con acometividad y con aguante. El público exige un toro perfecto por una cuestión: demanda lo que ve. El público demanda algo cuando sabe que existe. Si toda la vida has comido mortadela y un día te dan jamón de bellota, vas a pedir siempre jamón y te olvidarás de la mortadela”.

*Los toros que ilustran este reportaje pertenecen a la corrida que Joselito lidiará el próximo 2 de Mayo en Las Ventas. Fotos: DIEGO ALCALDE.

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