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A la caza de la felicidad

El Encuentro de esta semana estaba previsto que fuese con López Simón. Tenía interés periodístico y me apetecía. Quería saber cómo se sentía el torero de Barajas tras el éxito de Cali y sobre todo hasta qué punto el invierno le había servido para serenar el espíritu y repararle de las tensiones de una temporada que se le hizo larga, muy larga o eso parecía desde fuera. Si hubiese que ponerle título periodístico le llamaría Un invierno para el rescate, que a partir especialmente del dichoso Bilbao y aquel paseíllo tormentoso, mucho temo que se le hizo esperar más de la cuenta. Al invierno me refiero.

Cumplimos los planes, la cita fue lejos, al sur del sur, buscando la templanza climatológica que andaba alborotada por la gran parte del país. Ha valido la pena, confirmado, hubo rescate invernal, Alberto López Simón se mostró en su mejor versión, él que es hombre de este tiempo dice que reseteado y para ser justos habría que decir que el gran encuentro y el más terapéutico no fue el periodístico exactamente, fue el de Alberto con la vaca Zorzal en La China, en La China de Tarifa se entiende, en la de Javier Núñez: una embistió templada, con ritmo, rozando la ensoñación y el otro la toreó despacioso, sentido, con absoluta complicidad, con unas formas de torero que quiero creer que la presión le escondió la temporada pasada y que en esta pueden ser todo un descubrimiento. Fue una tarde de tentadero de clamores, estando donde estábamos diría que ad hoc: el ganadero, como buen Núñez, clamaba cada muletazo de Alberto; clamaba igualmente Julián, el apoderado, la cuadrilla, los amigos, se contagió el periodista, lo reconozco, lo bueno es que había motivos. López Simón y la vaca Zorzal se entendieron en La China, se liaron, se amaron y la armaron.

- “La pasta no es nada que me motive especialmente. En muchos momentos estaba cobrando un buen dinero y estaba infeliz. En cambio, un año antes no tenía ni para gasolina y era súper feliz”

- “En las épocas en las que emocionalmente estoy bien disfruto toreando de salón y en las etapas en las que estoy un poco bajo me cuesta más pero me obligo a hacerlo, que es otra forma de domar el cuerpo”

- Javier Núñez dejó la tradición familiar directamente de lado y cogió el atajo de domecq con el consabido chorreón de osborne. “El cruce me da perfecto, les ha añadido finura, pero también vigor y clase”, afirma

- “Yo me imaginaba que en algún momento habría un rellano donde parar, poder organizarme, tomar aliento y limpiarme por dentro. Y así fue, al final de temporada pude poner distancia con mi profesión y me reseteé. Fue decisivo”

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A la caza de la felicidad

José Luis Benlloch

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