Se nos fue Gustavo Postigo, un hombre que sabía llamar las cosas por su nombre. Las actitudes y comportamientos de este castellano puro, de espíritu liberal...
Se nos fue Gustavo Postigo, un hombre que sabía llamar las cosas por su nombre. Las actitudes y comportamientos de este castellano puro, de espíritu liberal, dotado de una imaginación y notable capacidad de trabajo, unido a su abundante caudal de experiencias, nos deja el recuerdo de un personaje en permanente alerta e incapaz de estar parado. Como observador de la vida cotidiana, caminaba hacia delante, mirando hacia arriba, imperando siempre el orden, el trabajo y el respeto, tal como desde pequeño le inculcaron. Más tarde supo también transmitir esas virtudes a sus hijos al igual que su pasión por los toros, eje de su existencia.
De espíritu aventurero, llegó a ser aviador y practicar alpinismo. Siempre le gustaban las alturas, quizás ahí residía la clave de su habilidad para disfrutar y penetrar en las cosas y en la vida. Su palabra valía más que un contrato al uso. Respetado y admirado en el mundo empresarial logró que su apellido fuera un punto de referencia, teniendo como fundamento la seriedad, esa virtud que desde muy pequeño adquirió.
Dotado de una filosofía y sensibilidad muy especial, cultivaba la poesía, que en sus pocos ratos libres le permitían evadirse en busca de esa libertad, que tanto luchó. Hace cuatro años sacó a la luz su “Poemario anárquico”, donde demuestra su sencillez, el amor a la vida, sus sentimientos y el culto a la amistad. Al maestro Roberto Domínguez, al que apoderó, le dedica un bello poema recordando una triunfal tarde en Fallas.
En su animoso navegar llegó un día a la Isla de San Fernando, a una plaza chiquita y coqueta con aires salineros, a la que le echó mucha alma y sacrificios. Para Gustavo significaba mucho ese coso ya centenario, cargado de historia. Orgulloso contaba que había sido testigo de la alternativa del maestro Rafael Ortega en Las Ventas. La afición gaditana siempre le agradeció el apoyo que prestó a este rincón, valorando su importante ejecutoria empresarial, como la puesta en valor de la plaza de León, la mejor dotada de Castilla, perfectamente acondicionada y cubierta.
Mérida forma igualmente parte de su patrimonio lo mismo que Segovia. Hasta hace escasas fechas luchaba por extender su actividad a la plaza de Estepona, según me contaba. Tenía ilusión por llevar de nuevo a León a José Tomás, lo mismo que confeccionar la tradicional corrida de cuatro matadores, única combinación en la temporada española. Así era Gustavo. Se fue de forma silenciosa tras una vida apasionante, atendiendo a todos los que requerían su ayuda y colaboración. Eso es lo más hermoso.
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Adiós a un castellano puro de espíritu liberal
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