Hoy la cosa se ha arreglado un poco gracias a un buen sexto toro y la quietud, encaje y toreo de manos bajas de mi paisano Paco Ureña, que arropado en un valor cuasi espartano ha vuelto a rendir Madrid con armas y bagajes.
Me llama un amigo, para interesarse por mi salud; “como no leo tu billete sobre las corridas de San Isidro…”, me dice quizás con su pizca de retranca. Lo cierto es que los cinco primeros espectáculos, salvo la novillada en la que Álvaro Lorenzo dio talla de figura del toreo en ciernes y la corrida de rejones con el triunfo de Cartagena y Ventura, han resultado auténticos pestiños. La lluvia, el barro y la carencia de casta del ganado, unidas a la modestia de los toreros anunciados producían en mi ánimo una tristeza y un aburrimiento que no me invitaban a escribir sobre el particular.
Hoy la cosa se ha arreglado un poco gracias a un buen sexto toro y la quietud, encaje y toreo de manos bajas de mi paisano Paco Ureña, que arropado en un valor cuasi espartano ha vuelto a rendir Madrid con armas y bagajes. Ya en su primero, que se ha movido con intermitencias entre pachón y gorrino, el lorquino ha dejado patente que está dispuesto a ponerle la muleta a todo lo que salga por los chiqueros. De todos modos, mal arranque ha tenido el serial isidril, y es que más de treinta son demasiadas corridas para los pocos toreros que interesan a priori al público. Y además, la falta de emoción de toros que se gastan todo el gas con que irrumpen en el ruedo en el choque con los caballos, convierte los tendidos en un concurso de bostezos. Y de seguir así las cosas, la gente, que está respondiendo bien en la taquilla, puede acabar regalándole su entrada a la criada, al mozo que le lleva la compra a casa, al chico de las pizzas a domicilio o al quiosquero de la esquina.
Quizás la solución estaría en que las figuras y los que llevan camino de serlo torearan cuatro tardes cada uno, y además comenzara la feria con cuatro o cinco carteles de tronío, para tratar de encender el chispazo que empujara la feria hacia adelante. Yo recuerdo muchas ferias con Marcial, Domingo Ortega, Manolete, Pepe Luis, Luis Miguel y otros toreros de épocas pretéritas anunciados hasta en seis corridas en muchos carteles, y los de menor interés, que siempre los hubo y los seguirá habiendo, intercalados hábilmente entre ellos. Y no se le caían los anillos a nadie. Pero comenzar una feria aburriendo al personal, no sé si será una buena táctica empresarial.
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Agua, barro y aburrimiento
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